martes, 1 de agosto de 2006

¡41 años!


Para mí, no hay mejor forma de comenzar el mes que con la celebración del 41º aniversario del matrimonio de mis padres. Se casaron el primero de agosto del año 1965, al mediodía, en la modesta parroquia de Paramonga. La campana del vetusto campanario hizo repicar su lánguido monocorde para anunciar a toda la comunidad que Daniel Ávalos Ortiz y Celinda Adriana Sánchez Rodríguez habían bendecido su amor y unido sus vidas hasta que la muerte (espero que todavía muy lejana) los separara.

Desde aquel 'sí' ellos han estado unidos. En las buenas y en las malas, han pasado momentos hermosos como también negras épocas de crisis. Y, pese a todo, se han mantenido juntos. No es fácil decir quién es quien soportó más al otro: si fue mi mamá a mi papá con su carácter a veces tosco, a veces excesivamente bonachón, o si mi papá a mi mamá con su carácter difícil y nervioso. O quizá ellos dos contra los cuatros hijos que criaron indesmayablemente. Yo, como el último de los cuatro, me tocó vvir la época otoñal de su edad, edad en la que ellos ya sólo pensaban en culminar con mi educación y ponerse a descansar y vivir de sus rentas. Creo que en ese sentido se han desilusionado un poco de mí; sin embargo, queda este comentario como testimonio de mi amor por ellos y de mi -también indesmayable- terquedad en sacar las cosas (mi vida) adelante.

Fuimos a comer y nos tomamos algunas fotos. Todas ellas llenas de entrañables momentos con los hijos y los nietos, aunque somos pocos (mi hermana Adriana y yo no tenemos hijos), la felicidad se posó en nuestras almas y nos abrigó esa noche fría de agosto.

Que Dios los mantenga bien a los señores, que -a mi parecer- también deben sentirse sorprendidos de haber llegado a una edad que ni ellos creían que podían llegar.