miércoles, 17 de junio de 2009

Vicisitudes de Chubaquita y del dicente viviendo bajo el mismo techo (III): Año Uno

El departamento estaba a oscuras, porque había sombras jugando en la pared de la cocina, que quizás eran dos cucarachas épicas en alguna representación amateur de la Iliada. O quizás no. El rumor de las nubes era cada vez más fuerte, pero Ella seguía durmiendo a mi lado; yo no podía pegar un ojo; había dejado de hacer el amor, pero el atisbo de una desgracia hizo que perdiera de pronto las ganas de dormir. El cielo empezó a rugir, la lluvía caía implacable en la noche helada. Ella roncaba, roncaba y babeaba. Yo prendí un cigarillo. Las noches así siempre son presagio de algo malo.

-Mi amor, ¿qué haces despierto?
-No tengo sueño.
-Pero son casi las cuatro de la mañana.
-Siento que algo está a punto de pasar. Lo presiento.

Recordé algunas de las cosas que había visto en la tele en los últimos días: muertos en México, conflictos con los zapatistas, guerra en Chechenia, piratas somalíes en el Cuerno de África, el robo de archivos sobre Chernóbil del Krémlin, la Página 11 y el asesinato de Tongo en manos de sicarios turcos. A simple vista no había puntos en común con todo esto, pero la Interpol, en todos estos casos, salvo el de Tongo, que no le importaba ni a la Pituca ni a la Telefónica, daban a un solo nombre: Chubaquita. La imagen del pobre maestro en alguna celda en Guantánamo no me dejaba en paz.

La puerta sonó tres veces. Tres sordos golpes que eran como tres llamadas a la desgracia. Ella se incorporó en la cama.

-¡Qué miedo! ¡No abras! -el cielo se hizo de día con un potente rayo.
-Tranquila no lo pensaba hacer.
-Pero ¿quién será?
-¿No quieres ir a ver tú?
-Oye, Ignacio, no seas fresco, yo soy la invitada.
-Tienes razón. No pagas toda la luz que te gastas con tu secadora de pelo.
-¡Tarado!
-¿Vas a ir a ver?
-¿Y si me pasa algo?
-Ufff... ¿es una promesa?

Un rugido hizo temblar la casa y la noche volviose otra vez día. Del susto los dos nos metimos bajo las sábanas. Y encontré el mp4 que había perdido dos semanas antes.

-Ignacio, no seas maricón y anda a ver quién toca la puerta.

Un lamento nos llegaba, desgarrador, era una confusión de alemán y jerga chalaca:

-Schnell!! Ich will scheißen (Rápido, quiero hacer el canal 2)

-Schnell, causita, weil die Fischotter, die "Nutrien", se me escapa. (Rápido, causita, que se sale Alan (o sea, una bien gorda)).

La voz felpuda era inconfundible. Cuando corrí a abrir la puerta, la sangre se me heló. Hasta el día de hoy no encuentro palabras para decribir lo que vi en el piso, no podía reconocer al maestro Chubaquita en esa sanguinolenta ensalada de tripas de felpa y garrapatas. En una de sus patas ya no traía su banana, solo un mensaje con una sola mancha: la mancha negra.

-Hilf mich bitte, ya pe'.

Perdió el conocimiento. Me conmovió ese cuadro patético, y lo metí en el baño para lavar sus heridas. Ella, a pesar de odiar al maestro, me ayudó a asistirlo. Pero necesitaba más ayuda, y desperté a Patricio el Sabio, mi viejo perro beagle, que tenía un PhD en Medicina de Guerra. Él, con un gesto adusto, en su experimentado rostro, cogió su reloj de leontina, y le tomó el pulso.

-Es tarde -dijo- este mono va a morir.

lunes, 15 de junio de 2009

Reo Libre Unplugged VII recomienda...

Quizás algo atrasado, pero este grupo tiene esta buena canción

Grupo: Cajun Dance Party

Canción:Amylase



Lyrics:

Lets not forget, lets not forget what happened in the past,
You were right, you were wrong, yeah but everything was fast,
So when we build this ship remember to make it last,
Increase the time it takes to paint and build the mast,

Lets save this game for never,
Or you know this could be chess forever,
I’ll take your piece,
Then you’ll take mine,
Stalemate and we’ve just wasted time,

Yeah the past’s the route of the growing that happens now,
So lets remember not to turn on straight to a row,
We can see through the haze of misty glaze,
So now lets travel positively forward through the maze,

Lets save this game for never,
Or you know this could be chess forever,
I’ll take your piece,
Then you’ll take mine,
Stalemate and we’ve just wasted time,

We’ll swim through the fields of hay,

You’re the catalyst that makes things faster,
Amylase will dry up the plaster.

Lecciones de inglés

Divertidas clases en inglés



domingo, 14 de junio de 2009

Chubaquita en el directorio

Aquel día, mientras yo me partía el lomo trabajando, Chubaquita fue a El Directorio, y de ahí no sé qué otras correrías tuvo antes de llegar con un montón de gente más a mi cama.

Chubaquita en El Directorio

viernes, 12 de junio de 2009

Vicisitudes de Chubaquita y el dicente viviendo bajo el mismo techo (II)

La señora de la administración me gritó una vez más. Con una vieja así, que bordea ya los tres milenios (y que fue amante de Matusalén, y según las malas lenguas también de Nabucodonosor II), es mejor no discutir. La escucho mientras se me va licuando el cerebro a causa de su aliento a tumba y los vahos tóxicos que su sistema digestivo me obsequia. Casi sin poder mantenerme de pie alcanzo a decir "Lo que usted diga, señora". Y me voy caminando en zigzag hasta la puerta del departamento.

Son las once de la noche. Solo quiero llegar a mi cama y hundir la frente en la almohada y pedirle a los relojes que hagan esta noche perpetua, para dormir el sueño de los justos. Un alarido bestial interrumpió mis cavilaciones como un alud que trae consigo, es decir, mi rápida imaginación en verdad lo hace, la imagen de un mono colgado del techo de la habitación saltando sobre toda cinco féminas ansiosas de abrazarlo. El alarido bestial es de Chubaquita, y dice un par de frases en griego antiguo, algo que aprendió en su estadía en Esparta, cuando era el tutor de Leónidas, y algo más que creí que era la Eneida, esto, claro está, ya en latín culto. Posteriormente dime cuenta de mi error: el texto era de Catulo.

Pedicabo ego vos et irrumabo
Y ellas, asentían, mientras ejecutaban lo que él les había pedido. Aquella imagen que irrumpió en mi mente estuvo siquiera cerca de lo que vi al entrar, no al cuarto de Chubaquita, sino al mío: eran once contra once, y Chubaquita era el árbitro. Un maldito bacanal sobre mi cama. Grité, maldije, espeté... pero mis lamentos se perdían en medio del brutal jadeo. Chubaquita ni se dignó a verme. Sostenía una botella de ron entre sus manos mientras cantaba viejas canciones piratas del s. XVII, esas que también enseñó a los piratas somalíes que secuestraron un buque de la OTAN. ¿Y ahora dónde carajo duermo?, me preguntó desesperado. Porque a la cama de Chubaquita no entraría jamás (se cuenta toda una leyenda sobre lo que les pasa a quienes osan meterse entre esas sábanas sin autorización). El cansancio se empeñana en nublarme la vista y bajarme los párpados, que se había vuelto muy sensibles a la luz, mas la bulla y el constante temblor que hacía temblar el piso del departamento me impedían dormir. Creí que no tendría esperanzas. Que la noche estaba perdida.

Hasta que escuché lo impensable: Chubaquita había descubierto el primer borrador de mi novela Un poema para Natalia, y lo leía en voz alta, todas esas cosas que aún no estaban listas para ser leídas, eran declamadas cómicamente por el maldito mono.

15 de marzo de 1986

No he podido dejar de pensar en Natalia, y ya casi es la medianoche. Este cumpleaños pasará a la historia como el peor de todos, en esta corta y patética vida que cuenta 19 calendarios.

Ahora, el que se había engorilado era yo. Abrí la puerta del cuarto de un patadón y empecé a botar a golpe limpio (y un par de botellazos) a todo humano, animal, peluche, bolas chinas, erizo de mar y sierras eléctricas que encontraba en mi camino. Fuera, les dije, vayan a ser sus cochinadas a otra parte. Y todos, espantados, se iban semidesnudos la mayoría, otros casi sin ropas, pasarían delante de la puerta de la adminstradora al bajar, y quizás encontraría ya la puerta con seguro. No me importaba. Yo negaría que estuvieron aquí y dejaría que arreglaran sus problemas solos. Entre los que se estaban escabullendo a la salida, había un mono con actitud sospechosa...

-Ah, no, basura, tú no te vas.

Chubaquita alzó sus peludas cejas (o el peludo arco ciliar, donde teóricamente deberían estar un par de cejas) y me miró con rostro de súplica. Pero no le hice caso. Lo cogí del pescuezo y lo llevé donde el perro, para que él hiciera lo que quisiera con él.

miércoles, 10 de junio de 2009

Vicisitudes de Chubaquita y del dicente viviendo bajo el mismo techo

Maldito sea el día (y no está dicho esto con la púber intención de exaltar algo como “súper”: «¡Qué maldita es esta consola de Nintendo!») en el que, luchando contra las fuerzas de la naturaleza, supero la pereza de levantarme de la cama, me desnudo para ir al baño, dejando todas mis zonas erróneas a la intemperie, y en encuentro a un mono en la ducha, con la banana en la mano, usando la esponja de mi novia para rascarse la espalda, llena de pelos, mientras una semidiosa olímpica y una ninfa ninfómana, procuran acicalar sus partes pudendas.

Yo, parado frente a ellos, cubriendo dignamente mi último rincón de decencia, quedé estupefacto. Eran las siete y media de la mañana, había trabajado hasta casi las tres y tenía que estar de pie a tiempo para ir a una reunión de coordinación de un proyecto. Desde mi casa a la editorial son más de veinte minutos de camino, sin contar el tiempo que tengo que esperar a que cambie de luz el semáforo de Paseo Colón, o peor aún, a que el policía de tránsito haga caso de los circunstanciales peatones.

–Chubaquita…

La semidiosa le decía algo al oído de felpa mientras sonreía con malicia. El mono soltó una risotada y la sometió sin reparos. Acto seguido, prendió un puro mientras, ya los tres derramados en la tina, empezaban a hacer burbujas de jabón líquido aromatizado. Chubaquita miraba penetrantemente a la ninfa, sostenía unas bolas chinas en sus manos.

–Chubaquita, tengo que ir a trabajar…

El mono no solo me ignoraba, sino que se sumergía entre las burbujas de la piscina y jugaba a la gallinita ciega con las dos beldades, que gozaban con sus ocurrencias y con su engolada retórica.

Claro que no pude sacarlos de la ducha a tiempo, y tuve que llegar más de media hora tarde a la reunión, con la que me tuve que disculpar por la injustificada tardanza (la que no se puede explicar con el infantil recurso de echarle la culpa al mono). La presencia de Chubaquita en mi casa no había caído muy bien como habíamos pensado. Pero teníamos que esconderlo antes que el Mossad lo encontrara. Sabía muy bien que me jugaba el pellejo haciéndolo, aun más con el puto mono que no colaboraba para nada siendo discreto (le dijimos muchas veces que pasara desapercibido, pero ya todo el edificio sabía que dos mujeres y retozaban alegres en una misma ducha: mi ducha, y no era yo el que las acompañaba.

Pero quien sí creyó que yo estaba con ellas era la administradora. La que me esperó en portería con su tan conocida frase de “hay que hablar, Ramírez”. Por un cacho, vieja maldita, que yo no soy el que hace reír a dos mujeres en una tina de baño, no me ducho con ellas, ni les jabono la espalda… es un maldito mono que lo hace y es quien no me deja acercarme a ellas.

Si lo digo eso, se reirá de mí, y de lástima.

Tengo que hablar seriamente con Chubaquita.

miércoles, 3 de junio de 2009

Los parisinos

Dijo que sería necesario que ella pensara bien las cosas antes de aceptar. El cigarillo que sostenía en los labios había estado tanto tiempo guardado en el bolsillo de mi saco que casi había perdido su forma.