lunes, 2 de mayo de 2011

Excurso: Por qué Chubaquita votó por Ollanta Fumala

Durante las últimas semanas hubo personas que se me han acercado con la tristeza burilada en los ojos. Nadie podría creer el destino incierto que había tomado el país, pero sobre todo nadie podía comprender por qué Chubaquita había votado por Ollanta Fumala.

A pocos le consta que Fumala se reunió días previos al último debate presidencial. Apulgattás sabía que sin los consejos de Chubaquita les iría muy mal en el debate. La reunión fue en un lugar de la elección del mono. No hubo cámaras, solo unos cuantos testigos.

Al llegar Fumala se le advirtió del carácter del maestro, pero no lo tomó mucha importancia. Craso error. Chubaquita estiró su peluda mano para que el militar en retiro se la besara, y él en un gesto de desprecio y prepotencia la rechazó. Si este hecho no desencadenó en una sangría que emulara a la de Cajamarca en 1532 cuando Atahualpa y Pizarro se vieron las caras por primera vez, fue porque, en su sapiencia ilimitada, Chubaquita ignoró la soberbia de su interlocutor. Le ordenó sentarse. Se sirvieron pingües viandas. El mono miraba fijamente al comandante.

* * *

En las aulas de Cambridge, a finales de la década de 1930, tres estudiantes de intercambio eran los más populares de la facultad de Economía: el cuy mágico y Ferdinand Fritz Otto Nepomuceno Clodovaldo Winchester-Mamani Ccori-Uculmana y Cachay, más conocido como el PPKuy. Ambos, férreos defensores de las ideas keynesianas, eran los favoritos en cuanto debate acontecía en tan magnas aulas.

Un tercer alumno de intercambio defensor de las causas innobles los acompañaba en cuanta fiesta romana acudía. De él solo se sabía que era de origen teutón, y que era descendiente de la estirpe de los von Tschupacka. El resto de cosas eran un misterio.

Las teorías liberales del cuy mágico y del PPKuy no eran en absoluto del agrado de von Tschupacka, o simplemente Chubaquita, razón por la que los acalorados debates casi nunca tenían un final agradable.

Pero todo empeoró cuando el cuy mágico y PPKuy fundaron un banco y se apoderaron de casi todas las empresas de suministros en Sudamérica. Para entonces, Chubaquita manejaba la más grande cadena de casas de masajes, jacuzzis, baños turcos, casinos y casasverdes de este y del otro lado de los Andes.

En 1956, al caer Odría, el gobierno civil entrante promulgó una serie de medidas que condenaron al fracaso a los negocios de Chubaquita. El contraste con su crecimiento meteórico en el ochenio odriista era evidente. Ya no había Cayo Mierda ni Bola de Oro que lo pudieran salvar de la debacle económica, los tiempos en los que era el showman favorito de las noches veraniegas de Ancón eran historia. Su crédito en el Sheraton y en el Crillón solo eran recuerdo de un mejor pasado.

Desesperado, Chubaquita pidió cita con el asesor del presidente que había remplazado a Odría. Su sorpresa no pudo ser mayor luego de entrar a la enorme oficina privada que le había asignado el gobierno en el Yatch Club: el cuy mágico.

Chubaquita empezó:

-¡La plaaaata!

Poco después vino la seguridad del local y echó a patadas a Chubaquita.

Un personaje cruzaba la oscuridad de la noche y se paró delante de él. Había pasado más de veinte años en el extranjero y se había olvidado de su lengua madre. Solo hablaba la lengua del tío Sam a la perfección:

-You are a piece of shit, Chubaquita.

(Traducción: Hueles a pie de mona Chita, Chubaquita)

Era el PPKuy, quien chasqueó los dedos y un Rolls Royce apareció de entre las nieblas y se llevó a Chubaquita hacia el parque aéreo de Surco para un paseíto sobre el mar. Chubaquita, maniatado dentro de un costal solo sintió las corrientes de aire que lo atravesaban, y luego, el frío contacto con el mar. Nadie pudo escuchar sus gritos.

* * *

Fumala estaba mal del estómago y se notaba. En su cara, el rictus de soberbia invitaba a la náusea. Pero esta vez había sido bien asesorado. Sabedor de los conflictos entre gorilas alfa y los gorilas que se creen alfas, días antes había hecho una pantomima de alejamiento de Hugorila Ya Tú Chávez. Gesto que pretendía que fuera del agrado de Chubaquita, pero este no era ningún idiota.

-Claro, ahora porque Vargas Llosa te apoya le haces caso en todo.

-No entiendo, Su Reverencia.

-Porque crees que soy un mono crees que pienso como un mono. Ya me encargaré de mandarle una moto a ese escribidor.

-No era mi intención ofenderlo.

-Dime qué quieres Fumala antes de que te someta y solo puedas gritar ¡Madre Mía!

-Quiero debilitar a mis oponentes.

-Esos se debilitan solos

-En el debate me atacarán. Los asesores son los que me preocupan. Conocen las cosas más turbias de mi pasado oscuro.

-¿Quiénes los asesoran?

-A Keiko, el cuy mágico; a PPK, el PPkuy.

Chubaquita se puso de pie, y se retiró hacia la ventana. En su suite del quincuagésimo noveno piso Tokio se veía imponente. Las luces alimentaban todas las noches las ansias de poder del mono. Calló a Fumala de un grito.

-Tendrás mi apoyo.

Fumala cayó a los pies del mono. Se los besó. Chubaquita, del asco, le rompió tres costillas.

-Escúchame, infeliz. No creas que te apoyo porque crea en ti. Tras de tus enemigos están mis enemigos, y yo solo me cobraré venganza. Que no se te olvide eso nunca.

(Esta historia continuará…)

martes, 26 de abril de 2011

Vicisitudes de Chubaquita y del dicente viviendo bajo el mismo techo (III): Año Uno

El departamento estaba a oscuras, porque había sombras jugando en la pared de la cocina, que quizás eran dos cucarachas épicas en alguna representación amateur de la Iliada. O quizás no. El rumor de las nubes era cada vez más fuerte, pero Ella seguía durmiendo a mi lado; yo no podía pegar un ojo; había dejado de hacer el amor, pero el atisbo de una desgracia hizo que perdiera de pronto las ganas de dormir. El cielo empezó a rugir, la lluvía caía implacable en la noche helada. Ella roncaba, roncaba y babeaba. Yo prendí un cigarillo. Las noches así siempre son presagio de algo malo.

-Mi amor, ¿qué haces despierto?
-No tengo sueño.
-Pero son casi las cuatro de la mañana.
-Siento que algo está a punto de pasar. Lo presiento.

Recordé algunas de las cosas que había visto en la tele en los últimos días: muertos en México, conflictos con los zapatistas, guerra en Chechenia, piratas somalíes en el Cuerno de África, el robo de archivos sobre Chernóbil del Krémlin, la Página 11 y el asesinato de Tongo en manos de sicarios turcos. A simple vista no había puntos en común con todo esto, pero la Interpol, en todos estos casos, salvo el de Tongo, que no le importaba ni a la Pituca ni a la Telefónica, daban a un solo nombre: Chubaquita. La imagen del pobre maestro en alguna celda en Guantánamo no me dejaba en paz.

La puerta sonó tres veces. Tres sordos golpes que eran como tres llamadas a la desgracia. Ella se incorporó en la cama.

-¡Qué miedo! ¡No abras! -el cielo se hizo de día con un potente rayo.
-Tranquila no lo pensaba hacer.
-Pero ¿quién será?
-¿No quieres ir a ver tú?
-Oye, Ignacio, no seas fresco, yo soy la invitada.
-Tienes razón. No pagas toda la luz que te gastas con tu secadora de pelo.
-¡Tarado!
-¿Vas a ir a ver?
-¿Y si me pasa algo?
-Ufff... ¿es una promesa?

Un rugido hizo temblar la casa y la noche volviose otra vez día. Del susto los dos nos metimos bajo las sábanas. Y encontré el mp4 que había perdido dos semanas antes.

-Ignacio, no seas maricón y anda a ver quién toca la puerta.

Un lamento nos llegaba, desgarrador, era una confusión de alemán y jerga chalaca:

-Schnell!! Ich will scheißen (Rápido, quiero hacer el canal 2)

-Schnell, causita, weil die Fischotter, die "Nutrien", se me escapa. (Rápido, causita, que se sale Alan (o sea, una bien gorda)).

La voz felpuda era inconfundible. Cuando corrí a abrir la puerta, la sangre se me heló. Hasta el día de hoy no encuentro palabras para decribir lo que vi en el piso, no podía reconocer al maestro Chubaquita en esa sanguinolenta ensalada de tripas de felpa y garrapatas. En una de sus patas ya no traía su banana, solo un mensaje con una sola mancha: la mancha negra.

-Hilf mich bitte, ya pe'.

Perdió el conocimiento. Me conmovió ese cuadro patético, y lo metí en el baño para lavar sus heridas. Ella, a pesar de odiar al maestro, me ayudó a asistirlo. Pero necesitaba más ayuda, y desperté a Patricio el Sabio, mi viejo perro beagle, que tenía un PhD en Medicina de Guerra. Él, con un gesto adusto, en su experimentado rostro, cogió su reloj de leontina, y le tomó el pulso.

-Es tarde -dijo- este mono va a morir.

Vicisitudes de Chubaquita y el dicente viviendo bajo el mismo techo (II)

La señora de la administración me gritó una vez más. Con una vieja así, que bordea ya los tres milenios (y que fue amante de Matusalén, y según las malas lenguas también de Nabucodonosor II), es mejor no discutir. La escucho mientras se me va licuando el cerebro a causa de su aliento a tumba y los vahos tóxicos que su sistema digestivo me obsequia. Casi sin poder mantenerme de pie alcanzo a decir "Lo que usted diga, señora". Y me voy caminando en zigzag hasta la puerta del departamento.

Son las once de la noche. Solo quiero llegar a mi cama y hundir la frente en la almohada y pedirle a los relojes que hagan esta noche perpetua, para dormir el sueño de los justos. Un alarido bestial interrumpió mis cavilaciones como un alud que trae consigo, es decir, mi rápida imaginación en verdad lo hace, la imagen de un mono colgado del techo de la habitación saltando sobre toda cinco féminas ansiosas de abrazarlo. El alarido bestial es de Chubaquita, y dice un par de frases en griego antiguo, algo que aprendió en su estadía en Esparta, cuando era el tutor de Leónidas, y algo más que creí que era la Eneida, esto, claro está, ya en latín culto. Posteriormente dime cuenta de mi error: el texto era de Catulo.
Pedicabo ego vos et irrumabo 
Y ellas, asentían, mientras ejecutaban lo que él les había pedido. Aquella imagen que irrumpió en mi mente estuvo siquiera cerca de lo que vi al entrar, no al cuarto de Chubaquita, sino al mío: eran once contra once, y Chubaquita era el árbitro. Un maldito bacanal sobre mi cama. Grité, maldije, espeté... pero mis lamentos se perdían en medio del brutal jadeo. Chubaquita ni se dignó a verme. Sostenía una botella de ron entre sus manos mientras cantaba viejas canciones piratas del s. XVII, esas que también enseñó a los piratas somalíes que secuestraron un buque de la OTAN. ¿Y ahora dónde carajo duermo?, me preguntó desesperado. Porque a la cama de Chubaquita no entraría jamás (se cuenta toda una leyenda sobre lo que les pasa a quienes osan meterse entre esas sábanas sin autorización). El cansancio se empeñana en nublarme la vista y bajarme los párpados, que se había vuelto muy sensibles a la luz, mas la bulla y el constante temblor que hacía temblar el piso del departamento me impedían dormir. Creí que no tendría esperanzas. Que la noche estaba perdida.

Hasta que escuché lo impensable: Chubaquita había descubierto el primer borrador de mi novela Un poema para Natalia, y lo leía en voz alta, todas esas cosas que aún no estaban listas para ser leídas, eran declamadas cómicamente por el maldito mono.
15 de marzo de 1986

No he podido dejar de pensar en Natalia, y ya casi es la medianoche. Este cumpleaños pasará a la historia como el peor de todos, en esta corta y patética vida que cuenta 19 calendarios.

Ahora, el que se había engorilado era yo. Abrí la puerta del cuarto de un patadón y empecé a botar a golpe limpio (y un par de botellazos) a todo humano, animal, peluche, bolas chinas, erizo de mar y sierras eléctricas que encontraba en mi camino. Fuera, les dije, vayan a ser sus cochinadas a otra parte. Y todos, espantados, se iban semidesnudos la mayoría, otros casi sin ropas, pasarían delante de la puerta de la adminstradora al bajar, y quizás encontraría ya la puerta con seguro. No me importaba. Yo negaría que estuvieron aquí y dejaría que arreglaran sus problemas solos. Entre los que se estaban escabullendo a la salida, había un mono con actitud sospechosa...

-Ah, no, basura, tú no te vas.

Chubaquita alzó sus peludas cejas (o el peludo arco ciliar, donde teóricamente deberían estar un par de cejas) y me miró con rostro de súplica. Pero no le hice caso. Lo cogí del pescuezo y lo llevé donde el perro, para que él hiciera lo que quisiera con él. 

Vicisitudes de Chubaquita y del dicente viviendo bajo el mismo techo

Maldito sea el día (y no está dicho esto con la púber intención de exaltar algo como “súper”: «¡Qué maldita es esta consola de Nintendo!») en el que, luchando contra las fuerzas de la naturaleza, supero la pereza de levantarme de la cama, me desnudo para ir al baño, dejando todas mis zonas erróneas a la intemperie, y en encuentro a un mono en la ducha, con la banana en la mano, usando la esponja de mi novia para rascarse la espalda, llena de pelos, mientras una semidiosa olímpica y una ninfa ninfómana, procuran acicalar sus partes pudendas.

Yo, parado frente a ellos, cubriendo dignamente mi último rincón de decencia, quedé estupefacto. Eran las siete y media de la mañana, había trabajado hasta casi las tres y tenía que estar de pie a tiempo para ir a una reunión de coordinación de un proyecto. Desde mi casa a la editorial son más de veinte minutos de camino, sin contar el tiempo que tengo que esperar a que cambie de luz el semáforo de Paseo Colón, o peor aún, a que el policía de tránsito haga caso de los circunstanciales peatones.

–Chubaquita…

La semidiosa le decía algo al oído de felpa mientras sonreía con malicia. El mono soltó una risotada y la sometió sin reparos. Acto seguido, prendió un puro mientras, ya los tres derramados en la tina, empezaban a hacer burbujas de jabón líquido aromatizado. Chubaquita miraba penetrantemente a la ninfa, sostenía unas bolas chinas en sus manos.

–Chubaquita, tengo que ir a trabajar…

El mono no solo me ignoraba, sino que se sumergía entre las burbujas de la piscina y jugaba a la gallinita ciega con las dos beldades, que gozaban con sus ocurrencias y con su engolada retórica.

Claro que no pude sacarlos de la ducha a tiempo, y tuve que llegar más de media hora tarde a la reunión, con la que me tuve que disculpar por la injustificada tardanza (la que no se puede explicar con el infantil recurso de echarle la culpa al mono). La presencia de Chubaquita en mi casa no había caído muy bien como habíamos pensado. Pero teníamos que esconderlo antes que el Mossad lo encontrara. Sabía muy bien que me jugaba el pellejo haciéndolo, aun más con el puto mono que no colaboraba para nada siendo discreto (le dijimos muchas veces que pasara desapercibido, pero ya todo el edificio sabía que dos mujeres y retozaban alegres en una misma ducha: mi ducha, y no era yo el que las acompañaba.

Pero quien sí creyó que yo estaba con ellas era la administradora. La que me esperó en portería con su tan conocida frase de “hay que hablar, Ramírez”. Por un cacho, vieja maldita, que yo no soy el que hace reír a dos mujeres en una tina de baño, no me ducho con ellas, ni les jabono la espalda… es un maldito mono que lo hace y es quien no me deja acercarme a ellas.

Si lo digo eso, se reirá de mí, y de lástima.

Tengo que hablar seriamente con Chubaquita.

Justificación

Chubaquita me escribió hace unos meses desde el VRAE. Por una cuestión de seguridad (personal) no revelé esta información hasta que me fue imposible evitar los comentarios de los vecinos, que vieron llegar un emisario semidesnudo y con dos dedos de la mano derecha arrancados de raíz y una cruz esvástica todavía supurando sobre su frente manchada de sangre coagulada.


–De Su Santidad Chubaquita, el Supremo –dijo antes de caer muerto al suelo.


La carta todavía mojada por el las lágrimas y la sangre del emisario y de quien firmaba era un enigmático mensaje:




Hilf mich... Toy caga'o


¿Qué quería decir Chubaquita con eso? ¿Se había hecho en el pantalón? Y si era cierto que ya no tenía control de sus esfínteres, ¿desde cuándo Chubaquita usaba pantalón? O es que era algo mucho más serio. ¿Tenía acaso problemas con la gente del VRAE? ¿Posiblemente había sido rodeado por las fuerzas de la DEA? Preocupado llamé a un amigo periodista que había viajado hace poco hacia la zona de conflicto. Lo que me contó me dejó aterrado: Chubaquita había sido descubierto como agente cuádruple: trabajaba para la DEA, que le pagaba en dólares; para el EP, que le pagaba en casquillos de bala de 45 mm; para la OLP, que no sé qué rayos hacía allí, pero que le pagaba en barriles de petróleo y para la guerilla colombiana que le pagaba con café de Chanchamayo. Pobre Chubaquita. No quise ni imaginar lo que harían con él las huestes de "José". Tuve que avisar a la prensa, en donde él tenía amigos poderosos. Por suerte, volvió ileso, y se hospeda ahora en casa de Maharajá. Gracias por tu hospitalidad, Eric. Espero que el Maestro se porte a la altura de las circunstancias.

martes, 19 de abril de 2011

Como una ardilla prehistórica

A mí me suelen pasar muchas desgracias con mucha gracia, aunque suene a paradoja o a verso abyecto. Y otras cosas que también son, por decir lo menos, de sitcom gringo.

Hoy necesitaba un café. Lo necesitaba con mucha urgencia. Así que bajé hacia el News Café que queda a una cuadra de mi oficina, pensando que la misma chica de siempre me atendería, pero no, no estaba ella. Una beldad de bronce estaba ante mí, con el cabello en una media cola llena de bucles, los que se agitaron en cámara lenta mientras, muy convenientemente, en la radio empezó a sonar la versión de Biddu Orchestra de «Girl, you’ll be a woman soon».

Y así como la ardilla prehistórica de La era del hielo (aunque a él le hacía el bajo Lou Rawls) tenía su nuez yo tengo como mi gran cruz mi atolondrada tartamudez.

-Hola, bienvenido a News Café, ¿en qué te puedo atender?

-Nnnngh…, nnnnngh.

Si hubiera podido hablar, hubiera pedido un terapeuta de lenguaje. Pero no. balbuceé algo, y dentro de mí rogaba que sea una de esas chicas que se enternece al ver a un hombre tartamudear ante ella. Pero su mirada no decía nada de eso. El café me lo dio con algo menos que condescendencia.

Y mientras una voz sensualona acompañaba sus movimientos al ritmo del disco: «Soon… you’ll need a man». However don’t need  a stutterer one but a real man.

Eso suele pasar, me repito hasta el día de hoy. A algunos no se nos bendijo con poca capacidad de sorpresa. Era la misma chica de siempre en verdad, solo que pareciera que había salido de su oruga. La sorpresa fue más por que casi no la reconozco. Más tarde, al salir, un tipo de moto y chaqueta de Fonzi la esperaba. No me extrañó que eso pasara. En mi mente, los primeros versos de la canción de Neil Diamond: «Girl… you’ll be a woman soon».

lunes, 18 de abril de 2011

Los mejores amigos

Hoy la madrugada me ha obsequiado un chisme involuntario (falaz categoría que acabo de inventar para justificar este post, que consiste en dejar que el viento te traiga las discusiones de los parques cercanos y con una cínica indiferencia escucharlos).

En resumen, alguien allá afuera ha estado afanando a la flaca de otro ahí presente en el mismo lugar. El tipo en cuestión hasta había acordado una cita con la flaca en cuestión sin saber que, oh sorpresa, su pata también la estaba afanando. Mismo capítulo de la Serie Rosa, ambos hablaban de la misma mujer sin que lo supieran. Al caer en cuenta del detallito, se armó la bronca. Se han roto como cuatro botellas; los compinches de chupeta en vez de separarlos parecía más bien que apostaban a quién cortaba más a quién. Al final alguien habrá llamado a Serenazgo, para que también hagan correr las apuestas.

El asunto es que en todo este lío ha estado implicado un viejo conocido de todos ustedes: el inefable Facebook. Aquel celestino que te arregla la cita del sábado, aquel delator que te dice quién está con quién, aquella voz horrísona que te inyecta las dudas: «¿Cuántos de estos compadres se quieren tirar a mi flaca?».

Bueno, eso es en resumen el Facebook: un gran alcahuete que se mete en todo, aunque uno no quiera. Dios bendiga a quienes no han caído aún en tentación.

domingo, 17 de abril de 2011

Reo de nocturnidad

Bueno, aquí estoy de nuevo luego de unas cuantas líneas (de escritura, malpensados) y no puedo ocultar la satisfacción de poder vencer todas las barreras que la vida impone y que tenemos que remontar para poder hacer nuestro paso por este planeta un poco menos doloroso. Ayer también inicié el blog Reo Libre ((Where Available)). Espero que le den un vistazo pues y le dejen unos cuantos comentarios. No tengo más que decir por el momento.

Fue bueno haberme encontrado ayer con mis patas, luego de tanto tiempo. En fin, ya me voy a hacer otras cosas por la vida.

sábado, 16 de abril de 2011

Sábado



Sábado 16 de abril. Escribí unas cuantas líneas en un papel y aún estoy pensando en ellas. Dejé otra vez una novela a la mitad y no sé cómo continuar escribiéndola en el punto en el que he dejado. ¿Por qué me pasa esto?

Ahora entro al Blogger con los restos del café filtrándose en mi sangre y me topo con que anoche dejé un video de ABBA a medio cargar, y le he dado clic por inercia y es «Fernando», y ya no he tenido fuerzas para pararla, para que deje de sonar, y ¿recuerdas la espantosa y puta noche en el puto río Grande, Fernando? Esa noche que soñabas con la puta libertad.

Creo que vomitaré.

Menos mal que tenía cerca el celular y algunas canciones de The The,Interpol, Delphic, The Bravery y The Big Pink me han servido para olvidar ese desagradable momento. Creo que volveré a por Céline, para seguir (re)leyendo Viaje al centro de la noche.

La computadora debe descansar. Pero siento la necesidad de seguir escribiendo. Por fin tengo una idea clara de lo que debo hacer en semanas. Pues, a lo Varguitas, cogeré un lapicero y un bloc y escribiré.

Para quien lea esto, deséeme suerte.

martes, 12 de abril de 2011

Me enviaron la moto


Cuando los sicarios «envían la moto» a alguien significa que lo van a hacer fiambre de un par de plomazos. Puede considerarse a esto como una metáfora. Sin embargo, lo que me acaba de pasar a mí adquiere un sentido literal.


Es más que evidente que a mí no me han enviado ninguna moto, dado que estoy vivo escribiendo esta nota. Lo que ha pasado es, ya lo dije, literal: una moto me ha golpeado a traición por la espalda, mientras caminaba por la calle peatonal Contumazá, a una cuadra de mi detestada y amada plaza San Martín.


Sí, sí, estoy bien, gracias por preguntar.


Salía a comprar unas pilas para mi mouse y terminaba de hacer una llamada de coordinación cuando una moto impacta conmigo por atrás. Yo caí de espaldas y el tipo de la moto un poco más allá. La moto llevó la peor parte. Se le rompió un espejito.


En fin, aún sigo un poco asustado. Me fui luego a comprar un pucho para bajar los Walt Disney, o sea, los muñecos. Pero no ha tenido mucho efecto, aún siento la adrenalina fluir.


Me ha empezado a doler el brazo. Y yo que quería pasar un día tranquilo.

lunes, 11 de abril de 2011

Réquiem para una tumba sin nombre


El Perú ayer fue a las urnas con resaca, y creo que ese ya era un mal síntoma. Desde Lima, las cosas parecían claras, que una patada en el tablero no es lo más recomendable para una economía que tiene que hacerse más sólida y procurar que la calidad de vida de toda la población mejore. Pero Lima, ya está demostrado, no es el Perú ni mucho menos la ciudad que determina la elección de un presidente. Aquí ganó PPK: la cara de la derecha anquilosada y osteoporótica que la juventud quiso digerir como el gran cambio, del que, en verdad, no tenía nada. Lo mismo se puede decir de las otras dos opciones más parecidas: Perú Posible y Solidaridad Nacional, la misma política que desde el centro siempre tiende hacia la derecha. Esa política siempre reencauchada está llena de todos los pecados capitales, y sobre todo del peor: la soberbia. Si estos hubiesen llegado a un acuerdo de gobernabilidad y hubiesen renunciado a apetitos personales, el porcentaje de sus votos (el que se estuvieron arranchando con dientes entre ellos) hubiese superado el 45 % , es decir, hubiesen estado en segunda vuelta. Pero no, eso, en un país como el nuestro, es imposible. Aquí no se piensa en un programa a largo plazo, aquí se piensa con el estómago y se vota por la carita, por el "pan grande", por el quien da más, por quién le agarra los huevos a quién. Y en tanto nuestra capital se dividía como Berlín luego de mayo de 1945, el resto del país, engañado, pobre, ignorado e ignorante (no por su propia culpa, sino por la mala formación educacional -el cáncer de siempre en todo nivel-), le endosaba su vida al mejor flautista, al que con mucha astucia mamífera ha sabido canalizar todo el descontento, todo el resentimiento y hacer de eso su caldo de cultivo. Ahí, en ese lugar adonde nunca has pensado viajar hay gente molesta, más que antes, contra quienes cree que, desde la capital, han complotado desde siempre para dejarlos al margen, como si fueran un error estadístico. El resultado de este domingo es lamentable, nos ha reventado la burbuja del desarrollo en la cara, la fantasía acabó con final amargo ya cantado incluso por gente como Michael Porter. Propugnar ahora el voto viciado no salva a nadie. Ese también es un mal chiste, una ingenuidad de quienes quieren creer que la segunda vuelta no es más que una «joda para Tinelli». Esto vuelve a pasar. El Perú es el país donde la vida da vueltas pero donde no cambia nada. Un minuto de silencio

lunes, 21 de febrero de 2011

El concierto




Hoy regreso muy contento del cine. El concierto (Rusia/Francia, 2009) ha sido una película en la que su escena final, la que muestro ahora, es una auténtica revelación de la gran fuerza evocativa de la música.

Y no es que colgar esta escena tenga la desagradable intención de arruinar la película para quien no la haya visto. Simplemente, es por el placer de que escuchen un poco de este exquisito concierto para violín y orquesta.

Buena película, buen concierto. Grande Chaikovski.

domingo, 13 de febrero de 2011

La sonrisa de María Cecilia (II)

Atenea siempre creyó que mi destino era largarme a Europa. Y así también todos los de la promoción de la facultad de Letras. Que era necesario que llegara y diera lo mejor de mí, que quedarían fascinados con mi talento, que de una u otra forma mi valía se demostraría sola y no les quedaría más remedio que quererme. Atenea siempre ha sido una gran mentirosa, los de la facultad también, pero en esto sí quise creer con todas mis fuerzas.
Una de las tantas veces que vino, pero sin Fritz, su esposo, pudimos darnos un lujo de los primeros ciclos en la facultad, ver el mar con una botella de bourbon. Y conversar hasta que el sol nos descubriera. Como sea, la última vez que pasó pude hablarle de María Cecilia, y ella tuvo la educación de escucharme sin interrumpirme, cosa rara en ella. Tanto silencio me preocupaba, así que la respuesta que recibí después no me agarró desprevenido.
— Olvídate de ella, Christian. Esa chica no es para ti.
Tendría sus motivos para decírmelo. Solo una persona que no la conozca y dada a los prejuicios diría que ella lo decía de celos. Pero estaba descartado. Ella no hablaba por celos. Lo decía por franca preocupación. Sabía, por lo que le conté, que eso no tendría mayor futuro que unas cuantas encamadas. Y de ahí, los mismos patrones de conducta: llamar, esperar, tomar, volver a llamar, tomar taxi, buscar, patear una puerta, recibir la respectiva golpiza de quien estuviera entonces acompañándola. Volver a tomar, llorar, vomitar. Y otra vez todo desde el inicio en un círculo vicioso del carajo.

miércoles, 9 de febrero de 2011

James en Lima el 30 de marzo

Hoy me topé con personas que no quería. Pero no importa. James viene a Lima y ya nada más importa.
El resto puede esperar.
Nos vemos el 30/03.

La sonrisa de María Cecilia (I)

El hecho de que empiece con la boda de mi hermano no es casualidad, aunque no sea la primera historia, cronológicamente hablando. Pero me es difícil establecer dentro de este episodio un buen punto de partida, algún punto de apoyo que justifique el resto de la historia. Algo que no me haga quedar mal, y que oculte mi verdadera naturaleza de un “hijo de la gran puta” (palabras textuales de mi confesor).
Puede que la lástima cause algún efecto positivo: La mañana del día anterior había sido rechazado para una beca para estudiar Literatür en la Universidad de Bonn. ¿Que por qué Alemania y no Francia? Weil ich Deutsch sprechen. Natürlich! Y porque viajaría tres meses antes de que iniciaran las clases para encontrar algún trabajo, ver el Fußball-Weltmeisterschaft, quizás visitar a Atenea (la musa negada e incondicional), que vivía felizmente casada en Suiza. Bueno, todo es se fue a la mierda cuando me dijeron que no.
Como siempre, mamá mantuvo su distancia, y, desde un inaccesible pedestal, dijo que lo sentía mucho, y que no debería dejarme abatir por un pequeño tropezón. ¡Ah madre! Este tropezoncito simplemente fue un pequeño desliz luego de tres años y medio de trabajo para enviar mi trabajo de investigación. (Si ya era un trabajo extenuante escribir una tesis sobre Roberto Bolaño, créanme que lo era mucho traducir mi propio trabajo de investigación del español limeño al más aséptico alemán de laboratorio.) Con él ánimo hecho trizas soporté la media hora en la que mi mamá gritaba delante de mí al sastre urgente —mi padre— que obligó a ajustar el maldito esmoquin que me quedaba bailando por los cinco kilos que bajé en el proceso abortado de beca. Lo aprovechará algún otro huevofrito de la universidad.
En fin, creo que me distraje demasiado de lo que quería contar: mi hermano se iba a casar. Pero la verdad, eso ya no me importa. Lo que me importa más es que veré por fin a María Cecilia. Ya la podré ver por fin.

domingo, 6 de febrero de 2011

Non-sense

Las razones por las que odio a los comunistas no son gratuitas. Hoy lo descubrí.

viernes, 4 de febrero de 2011

Newton Faulkner teardrops live (Massive Attack cover)

Este tío que ven aquí se llama Newton Faulkner. Es un músico inglés de 23 años con una gran habilidad para tocar la guitarra, a pesar de haber tenido un accidente en el antebrazo derecho, cuando se le rompió el radio y tuvieron que reconstruirlo con un metal. Su segundo disco, Reconstruido por humanos es lo máximo. Y no se confundan, lo que está sonando solo es la guitarra. Disfrútenlo. Está por dar un concierto gratuito en la tierra de Hans-Christian Andersen y de los hermanos Laudrup. ¿Alguna día vendrá a la tierra de Mario Vargas Llosa y de los hermanos José y Jorge "Camello" Soto?

jueves, 3 de febrero de 2011

Minutos antes de las ocho...




Reacciono. Cierro el libro que tengo y casi a ciegas manoteo a la gente para poder salir de la coaster, o del bus. Como un salmón, nado contra la corriente tibia de alientos mañaneros y digo: "Bajo en el parque, por favor". El 'cobra' me pide que pague con 'sencío'. Y bajo. Recibo mi primera gran dosis de esmog y avanzo por la Colmena. A veces, si he bajado una cuadra antes, en Apúrimac, le doy la vuelta al que fuera el edificio del Ministerio de Educación y ahora es la Corte Superior de Lima.

El olor a meado del teatro Felipe Pardo y Aliaga ha sido reemplazado por un fuerte olor a cloro. El parque que tiene la cara de un personaje aprista y literato parecido a Droopy está cerrado. En la esquina que da a la puerta de entrada del personal de la Corte, los emolienteros son pulpos sirviendo los panes con lomo, torreja y la linaza. Los taxis pasan lentos. Bajan personas apuradas, a medio peinar.

Mi caminata es de dos cuadras. A diferencia de las competiciones olímpicas, no hay mesitas con vasos de agua o rehidratantes para los competidores, que somos varios. Los que corremos a uno y otro lado de la avenida. Nos detiene el semáforo del Metropolitano. Un lustrabotas señala mis zapatos. Parece que los acusa de un crimen que no cometieron. Un loco revisa su reserva de proteínas en sus falsos drets. Parece que ya obtuvo su desayuno. Más emolienteros. Una señora vende huevo, papa y choclo. La policía de tránsito habla por el celular (con el handsfree) y mueve un brazo como los gatitos que descansan en los mostradores de los chifas.


Cambia la luz y la gente cruza Lampa. Muchos ya llegaron a su destino y marcan su entrada. La gente sale presurosa de la estación del metropolitano. Una marcha de fonavistas malogra la atmósfera de las ocho de la mañana. Algunos entran al parque del Banco de la Nación (lo que era el local que voló en julio del 2000) y se sientan a conversar sobre tantas cosas. Detrás, los edificios, acumulados arbitrariamente década tras década, paracen cosas viejas que alguien olvidó sobre una mesa. La quincha se mezcla con el concreto. Las ventanas de los edificios que rodean la plaza San Martín parecen darle la espalda a los aluminios de las ventanas menos viejas. La pátina del tiempo las cubre. Esa pátina se llama esmog.

Yo mientras me sirvo la primera taza de café.

Michael Jackson Pepsi Generation

La década de 1980 nos dejó muchas cosas. Entre esas, este comercial de Pepsi, el que en verdad no recuerdo si llegaron a pasarlo aquí, pero hay caras conocidas para cualquier que haya visto la tele a fines de esa década e inicios de la siguiente. A ver si ustedes los pueden identificar.

domingo, 30 de enero de 2011

Las mejores cosas de la vida se hacen descalzo

— Caminar por una playa, salvo que quede cerca de un hospital y haya muchas agujitas sembradas por ahí con una gordísima hepatitis B o algún mal venéreo.

— Dormir, salvo que seas un friolento endemoniado y duermas con medias... o con dos pares de media, que hay gente que hace aún esa aberración.

— Hacer el amor, salvo que estés en una película porno, en un ascensor, en el cine, o en el baño de un avión, o en cualquier baño de un bar.

— Sentir el agua de un arroyo que corre fría (y ya envenenada por tus patas).

— Escribir, como yo, descalzo sobre el parquet, porque eso completa la sensación de libertad que Chopin me obsequita en esta tarde

sábado, 29 de enero de 2011

Hoy, como otros días

Hoy como otros días me he quedado frente a la computadora con la mente en blanco, y he deambulado por un montón de cosas fútiles de la internet.
Además, he pensado seriamente en que me falta mucha disciplina para al menos intentar terminar una novela.
Empecé a escribir el guion del que tanto hablé hace unos meses.
Lo he dejado a menos del diez por ciento, pero ya sé que lo terminaré.

Los vecinos están rotando. Ahora son los de la otra cuadra los que mean en el parque. Es conmovedor ver cómo funciona su sistem comunitario.

Hoy esucuché José José todo el día.

Todo el día, joder.

No tengo sueño, y creo que eso que tomé era café con Red Bull.

La lombirz solitaria


Creo que la mejor forma de soportar la soledad es la locura. Perder todo contacto con la realidad cotidiana y dedicarse a proyectos innobles e imposibles, para justificar el repudio que la gente derrama por lo que no entienden. Miren, dirán algunos, ahí va un pobre y triste loco. Qué saben ellos. Solo son buitres esperando carroña fresca. Qué saben ellos de mí. Si creen que soy un condenado por el destino a la soledad entonces ellos son los pobres y tristes. La soledad no es un castigo sino una recompensa, una epifanía sin fin en la que se me revelan las verdades que liberan mi espíritu de todos sus martirios.
Por eso me exilié tan lejos de todo. Para disfrutar de la soledad y olvidar lo que debo olvidar. No soy el único que tomó antes una decisión parecida. La historia de la literatura es una plétora de ejemplos. Muchos gigantes intentaron abrirnos los ojos y nos decían: «Solo pueden ser libres los solitarios». Pero yo no soy un gigante. Solo soy una hormiga que intenta subirse a los hombros de alguno de ellos, del que pueda sentir compasión de mí. Del que me tienda la mano a través de sus libros y no me mate como si yo fuera una polilla incauta que intenta comerse sus camisas.

jueves, 27 de enero de 2011

Viernes por la madrugada (o un pequeño déjà vu)

Es casi la una de la mañana y no quiero ir a dormir. La calle está vacía, y los borrachines ya no asoman por aquí. Las malas lenguas dicen que tres de ellos han conseguido trabajo. Uno de los restantes recuperó su trabajo de estibador en el primer puerto del Perú. Los otros, qué harán, no sé. Algo que los dejara muertos a esta ahora, ya que ni han hecho un simulacro de aparición. Mi ventana luce tranquila. Sus vidrios ya no tiemblan con las carcajadas que hacían ladrar a los perros de toda la cuadra.

Un olor peregrino de marihuana viene con el viento viciado de las fábricas del otro lado del río. Una carcajada es ahogada por el pito de un guardia de seguridad. Un perro ladra, otro se lame sus partes y parece que ríe.

Tomo una foto que sale horrible con los dos megapíxeles que ofrece el celular, así que la borro y no intentaré tomar otra foto del parque.

Hoy el trabajo estuvo bien. Aunque debí decir ayer, y no hoy.

Ayer me enteré que ameritar es un americanismo que no proviene directamente del latín meritare. ¿Eso le importa a alguien? En fin, todos los días se aprende algo. La palabra merituar es incorrecta. Eviten su uso.

Mis mejores audífonos ya empezaron a fallar. No duraron ni medio año. Me permitiré una lisura por eso: "¡Mierda!".

El sueño, esa delicada carica, parece que esta noche la quiere pasar conmigo. Pero yo soy su compañero promiscuo, escritor abortado de un plan divino, marioneta de bajas pasiones y un corrector de los que siempre hay.

Tengo sed, y el cadáver, ay, siguió muriendo.

Las fotografías de Fernanda

Veo las fotos de Fernanda y me pregunto ¿es justo que pasee en los dominios de la soledad mientras ella pinta, dibuja y hace clics en su taller de fotografía, mientras yo rumio mis miedos en casa?
No, pero estoy paralizado, con una pierna rota, tres álbumes de fotos llenas de polvo y de algunos químicos que tienen olor a mejores años, años en los que compartíamos algo más que una cama, un aula, a veces las mismas camisas, y cuando su padre estaba en pedo, la misma familia.

miércoles, 26 de enero de 2011

La noche libre

La noche está nublada de contaminación. No hay grillos chirriando afuera. Solo un perro peregrino ladra y se lame, del otro lado del parque. Yo me quedé escribiendo, pero ya me voy a descansar.

Estuve pensando en la posibilidad de participar en un concurso de novelas. Pero mejor no, no conseguiré sino gastar papel innecesariamente.

En otros tiempos, alguien ya me habría tirado un sopapo cariñoso.

Mañana escucharé Chaikovski en el trabajo.

En estos tiempos, y también en otros, un amigo (o más) me habría llamado posero. Sin embargo hace más de seis meses que no escucho nada de Piotr. Ni siquiera mi delicatessen Obertura 1812.

Después de Mad About You, The Big Bang Theory es mi serie favorita.

Pero olvidaba lo más importante de todo: los vecinos ya no están, no hacen bulla. Ya no emulan a Tongo cantando en pseudoinglés, ya no hablan de perras ni de perros, ya no dejan las botellas para que me tropiece con ellas cuando me vaya al trabajo. Ya no trapean la vereda con sus inmundicias. Ya empiezo a olvidar el desagradable sonido de sus voces aguardentosas dándole los buenos días al sol, fundando partidos políticos etnofascistas a las cinco de la mañana. Saldré a correr y no me dirán Corre, Forrest, corre. Lo que de alguna forma me hizo gracia.

Creo que los voy a extrañar.

miércoles, 19 de enero de 2011

Los vecinos

César defiende a su mujer, mientras sostiene una botella de cerveza a medio beber. Discute con Roberto, el hermano alcoholizado de esta mujer, que está diciéndole que tienen que respetar la casa de su mamá y no ir a encamarse en ella. La discusión se dilata, ahora los hermanos se saludan a sus respectivas madres. Supongo que son medios hermanos.

César coge su botella al parque. Creo que no le gusta intervenir en líos familiares. Alguien a lo lejos le grita vago de mierda.

miércoles, 12 de enero de 2011

«Araceli llamó de Francia»

La familia es una farsa.

Es la última cosa que me dijo antes de meterse en el avión y partir hacia Bélgica, a la maldita pasantía que le salió en combo con marido heroinómano (holandés, claro, el sueño de su madre) y una hijita, la que ahora la sigue a todos lados y que le sirve de intérprete, pues resulta que la nena habla fluidamente siete idiomas, además del de su madre, que es una mezcla de cosas inconexas que solo ella sabe interpretar. Yo no, pues por eso nos separamos cuando aún estábamos en la universidad. Yo tenía la necesidad de siempre hablar con sentido.

Y se fue, no miró hacia atrás. Supongo que el dolor era más grande, que el perdón era impensable. Se lo conté a mamá poco después. No sé por qué vio ella la necesidad de destapar una botellas de champán. Ahora me parece raro, que no recuerde ni su nombre, ni lo que ella fue en mi vida, para que me diga, cuando regreso de pelearme con la mitad de la ciudad en las calles, conduciendo un auto que si no me mata de aplastamiento me provocará una angina, que me llama Araceli, que ha vuelto de Francia.

Ni siquiera necesité una aclaración, sabía que se refería a Patricia, que había llamado desde Brujas, y que volvía a Perú para el sepelio de su padre, el que como buen poeta y mejor persona nunca tocó el tema de su hija conmigo. Hablábamos de cualquier cosa, menos de ella, ni de su políglota hija Ingeborg, quien observaba con frialdad escandinava cómo se hundía el féretro de su desconocido abuelo, premio nacional de poesía de 1976.

Patricia recibió el saludo con desinterés, casi con un diplomático asco.

Yo no entiendo, si la familia es una farsa, por qué algunos se esfuerzan por seguir sosteniéndola.



Abriendo los ojos

La familia, mi familia, es una farsa. no tengo más que decir.

martes, 11 de enero de 2011

Don't stop me now




No recuerdo cuándo fue la última vez que pude devorar un libro en pocos días. Ahora, que naufrago con Islas a la deriva, de Ernest Hemingway, me quiero imponer a cómo dé lugar la misión de leer en toda cirscunstancia. Aunque el sueño impere, el calor, la abulia.
Hay que vencerlo todo. Los libros se acumulan, y cuántas notas he dejado de poner aquí. No me detendré ahora. ¡Vamos carajo!

Adiós a la PC

La vieja PC hoy cerró los ojos y se hundió en la noche de los tiempos. La desenchufé y la dejé descansar en un ya vieja posición donde aún luce impertérrita y paciente a que la vuelva a prender. Pero eso no volverá a pasar. Era un riesgo enorme tener toda mi data en una máquina que una de cada cinco veces se colgaba.
Que descanse en paz.

lunes, 10 de enero de 2011

Ebrios



No he podido dormir por culpa de unos miserables borrachos que se pusieron a conversar y a cantar hasta las dos de la mañana. El repertorio de sus temas de conversación fue desde Ollanta Humala hasta la última pollada de uno de ellos y entre las canciones que rebuznaron nos deleitaron con rarezas como "Wayayay", versión 12'' a "All my loving" de Beatles, versión a capella de un tipo que en su vida ha pisado un aula de un instituto de enseñanza de dicho idioma. En fin. Ahora intentaré descansar.

domingo, 9 de enero de 2011

El hombre que hablaba de una empresa fantasma

Lo oigo detrás de la puerta, ve la televisión dominical matutina. Esos magacines mermeleros de estos tiempos. Ríe, en el cacareo de su risa identifico el germen del que nace la mía, y sonrío en silencio en mi cuarto mientras escribo esta nota. También encuentro otros detalles que me llevan hacia el origen, veo en él las cosas que soy y que probablemente seré. No puedo evitar sentir espanto y agradecimiento a la misma vez.
Trata de hablarme pero su discurso siempre es el mismo, uno sin una línea definida, algo gasesoso.Un monólogo hipnótico que induce al suicidio, a la nulificación. Es el reto de intentar escucharlo y no sentir que el mundo pierde sentido.
Así lo conocí, no me acostumbro a él, a veces; él tampoco a mí.
Qué nos queda cuando se nos ocurre monologar juntos, papá.

sábado, 8 de enero de 2011

Los chicos han vuelto

The boys are back (Australia, Reino Unido, 2009) es la película de Scott Hicks que ha llegado por estos días a nuestras salas. La cinta, que se desarrolla en Australia, nos narra la vida de Joe Warr (Clive Owen), un exitoso periodista deportivo, luego de la pérdida de su esposa, la que fue víctima de un cáncer generalizado, y su lucha por sobrevivir con su pequeño hijo Artie (Nicholas McAnulty) sin la presencia de la esposa, quien sostenía e equilibrio del hogar. A la vida de ambos llega Harry (George MacKay), el hijo que Joe abandonó en Londres cuando este tenía solo seis años.
La película nos expone los problemas que tiene el personaje de Owen por establecer relaciones estables, y las dificultades que tiene para mantener responsablemente la disciplina en un hogar, el que lentamente se va hundiendo en la anarquía. Joe, trata de resolver el problema con la imagen de su esposa, la que lo acompaña en algunos momentos y con quien conversa y la que lo ayuda en momentos difíciles.
Pero este recurso no le durará para siempre y tiene que empezar a tomar las riendas de su vida, asumiendo por completo su rol de padre, el cual no solo se limita al cuidado del pequeño Artie, de ocho años, sino también al hecho de solucionar el resentimiento de su hijo adolescente, Harry, el que le reclama por la soledad que su padre le impuso a tan tierna edad.
La estructura clásica de película de final feliz hace de esta una película previsible y por momentos carente de interés. Hay un asomo de contraposición entre el gran padre que Joe juega a interpertar en Australia con el horrible padre que fue con Harry, al abandonarlo en Inglaterra, pero este conflicto no se desarrolla con precisión, como tampoco tienen mucha precisión las secuencias entre Joe y Katy, su esposa muerta.
A pesar de eso, es una película que se deja ver, por ratitos, como la secuencia inicial (envidié al niño por eso, aunque debo confesar que yo a su edad hubiese estado aterrado en su lugar), y muy propicia para los que no pueden dejar de buscarle la moraleja edificante a todo lo que ven.



Sin embargo, para quienes coleccionan bandas sonoras, esta tiene una nada despreciable con canciones de Sigur Ros, un buen grupo islandés. Esta es una del soundtrack.

jueves, 6 de enero de 2011

Caminando bajo la lluvia

Anoche llovió sobre Lima. No suele llover así sobre la ciudad. Y es inevitable asociar las gotas que espejan el asfalto con algunos recuerdos que se van filtrando como el agua por los viejos techos de quincha y barro de la capital. Pero callé, no dije nada. Caminé sobre los charcos, prendí el reproductor y la maquinilla infernal arrojó este dardo empozoñado. Se los comparto. A ver cómo les va a ustedes si escuchan esa canción viendo titilar las luces de los edificios a los lejos y ven a los perros cubrirse debajo de las bancas de los parques.


Aquí una yapita clásica:

miércoles, 5 de enero de 2011

Madrugada imperfecta


Terminé un trabajo y solo me falta el más gordo de todos: la redacción de un libro. Por ahora, estoy molido a palos y me voy a la cama, no sin antes dejarlos con el penúltimo bloque del último capítulo de la serie Los años maravillosos: el regreso de Kevin y de la siempre encantadora Winnie Cooper luego de haber estado chapando los dos en un establo.

Aquí debo hacer mención aparte a mi querida J., que se empeñaba en sostener que Kevin y Winnie no hicieron «cochinadas» en el establo. Bueno, con un caballo presente, ¿quién hubiese podido? Yo, terco, sostenía que Kevin y Winnie sí lo habían hecho. Una vez más, eso fue producto de mi ignorancia y prejuicios, ya que, en verdad, yo no había visto el último capítulo completo. Así que, ahora que ya lo vi, tengo que darle la razón a J., ya que no pasa nada, se abrazan, se besan, se secan, se resfrían y cambio de escena.

Por mí, me hubiese quedado toda la madrugada viendo esta serie, que es lo máximo, por donde se la mire.

Gran serie, gran recuerdo. Lamentablemente, el último bloque del capítulo, en todas las versiones, está con el audio bloqueado porque «contiene una pista no autorizada por la WMG». Capitalist pigs!


domingo, 2 de enero de 2011

Respirando música

Desde hace unas semanas la idea de crear un blog de música está tentándome. pero no tengo muy clara la forma en la que lo presentaré o de qué hablaré exactamente en él. Si comentaré canciones que a mí me gustan o si comentaré el disco en el cual aparecieron estas canciones. Por lo pronto, tengo que entregar algunos trabajos pendientes del año pasado. Y empezar a programar mi mes de enero.

sábado, 1 de enero de 2011

El reo libre se desenchufa

Se acabó. Me cansé de las redes sociales y me he vuelto a escapar de esta trampa que es el Facebook. Volveré cuando tenga novedades.