domingo, 3 de diciembre de 2006

Mi insoportable levedad muscular

En estos últimos dos meses he estado saliendo a correr casi a diario. Por eso, he estado levantándome de la cama a las cinco y media de la mañana. La ruta que seguía era desde la puerta de mi casa, cruzaba la pista de Próceres de la Independencia, subía por la avenida Gran Chimú hasta la altura del Banco Continental y doblaba luego hacia la derecha con dirección al Malecón Checa. Corría a lo largo de esta calle, paralela al río, respirando sus pestilencias, esperando el cambio de luz en el puente que va a Puente Nuevo, y llegaba hasta la entrada de Campoy, siempre adornada por cadáveres de perros que gente inescrupulosa dejaba expuestos al sol.

Esa ha sido mi rutina de los últimos dos meses. Algunas de esas veces, cuando ya estaba con algunos cientos de metros ya avanzados, sentía una especie de adormecimiento de la pierna derecha que al principio no le di importancia, luego desapareció, pero para transformarse en un dolor aparentemente muscular en la misma pierna que no me dejaba correr tranquilo en los primeros tramos. Ahora, ese dolor, este viernes, me ha hecho pedir descanso médico en el trabajo y la médico de la SUNARP me ha pedido que me haga una ecografía de partes blandas en la pierna derecha para descartar una trombosis. ¿A mi edad?

Bueno, el asunto es que gracias a la naturaleza de la lesión, se me recomendó reposo absoluto, además de CINCO AMPOLLAS DE DICLOFENACO SÓDICO y una crema para la relajación del músculo (que pude reemplazar por pastillas de Nórflex, cosa que efectivamente hice porque la crema estaba muy cara). Desde pequeño he tenido un pavor muy grande a las agujas, y cuando hubo campaña de vacunación en el trabajo (por la rubéola) me vi con los Walt Disney (o sea, con los muñecos) e hice un papelón en la cola de espera porque en verdad esas agujitas… me dan cosa. Sí, le tengo miedo a las agujas, y nunca antes en mi vida, me las habían tenido que poner tantas veces seguidas. Cinco en total durante este fin de semana. Esta medicación, y la recomendación de no pasar mala noche ha hecho que le falle a mi querida amiga Catalina, y a mis demás amigos, en la celebración del cumpleaños de esta, porque justamente me tenían que inyecyar con la tercera jeringa de diclofenaco. He quedado mal con ellos. Me llamaron ya bastante ebrios en la mañana de hoy. Como estaba aún con los efectos de la pastilla de Nórflex (que es anti-Walt Disney) los mandé a rodar porque tenía mucho sueño. Me siento mal por no haber ido, pero creo que ha sido lo mejor. Qué tal si en verdad es algo serio lo que en la pierna me pasa. ¿Podré caminar bien en las calles de Argentina si sigo sintiendo ese malestar en la pierna? Yo no lo creo, y la verdad no sé si ellos cuando ya estén sobrios lo entiendan.

Por otro lado, este ya es el último mes del año. El ambiente en la chamba está bastante tenso porque nadie sabe si va a continuar o si nos irán a botar a todos. Hablo, claro está, de los practicantes. Que me renueven o no, me tiene sin cuidado, porque yo ‘estoy hecho para grandes cosas’ como dijo mi británico amigo Richard Bringas. Qué significa eso realmente, no lo sé. Lo que sí sé es que las fiestas de fin de año están a la vuelta de la esquina. Y necesito una oportunidad más para reivindicarme con los muchachos, los cuales piensas ahora lo peor de mí porque no estuve con ellos en la celebración del cumpleaños número 21 de Catalina Cabrera Junco. Tanto peor aún es el hecho que tampoco haya estado para celebrar ese mismo día el cumpleaños de Guilliana Angola Robles, quien también cumplía años ese día. Claro que no veintiuno, por supuesto. Yo creo que cumplió cuatro años más.

Aprovechando mi convalecencia, cambiando una vez más de tema, Adriana me hizo una reflexoterapia. ME hizo saltar lágrimas de dolor porque en verdad esa cosa es muy dolorosa. Sólo la primera vez, dice. Pero no quiero intentarlo ahora por segunda vez. Ella ha descubierto algo que me hizo sentir como un fenómeno: tengo más de dos riñones y más de una vesícula, estoy mal de la columna (algunos discos fuera de lugar), tengo mal el cuello, los nervios, el duodeno y la circulación sanguínea. En resumen: ¿qué carajo hago vivo? La cosa es que sigo vivo y para adelante. Con la pierna aún con un tímido dolor en la parte de la pantorrilla, claro.

Además, los amigos me han hecho sentir terriblemente mal por haber faltado a la reunión. Algunos me dicen falla, como si yo hubiese querido faltar, otros me dicen tacaño, porque creen que no fui por no gastar dinero. Maldición, borrachos, espero que todo eso sea solamente producto del alcohol. El asunto –y aquí concluyo- es que no quiero jugar con mi salud, y el tema de mi pierna realmente me preocupa. Más que otras cosas, porque si no, ya hubiese dejado de fumar hace tiempo. Pero no puedo. Una contradicción más en mi vida. Algún día lo lograré.

Descansen, muchachos, deben estar con la resaca. Cata, querida, en tu correo hay un mensaje de voz de Bringas para ti.

Los quiero mucho a todos.

reo-libre@hotmail.com

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