miércoles, 15 de julio de 2009

Razones para no recordar la noche del Viernes Santo


1. En la noche del Viernes Santo, parece que hasta el capitalismo se retira a reflexionar. Digo que solo parece: el capitalismo nunca reflexiona. En fin. Plaza San Miguel, casi vacía; yo, en una banca, quizás despeinado; los de la banca de al lado pensaban que les ofrecería Olé-Olé tres por cincuenta. Escuchando música en mi mp4 recientemente robado, esperando.
2. Llegó y estaba bella, como siempre, y un título naranja resbalando entre sus dedos: Manual de edición. Guía para autores, editores… Yo tenía libros mucho más actuales que ese, pero ninguno con tanto valor como “el que escogió pensando en mí de una biblioteca”. De pronto, en menos de un minuto, ya estaba tartamudeando, cosa que no se notó, porque me callé y escuché su historia de cómo consiguió el libro que me obsequiaba; el pulso traicionero frenado por mi beatífico escrúpulo de no abrazarla.
3. Nunca antes había querido tanto a la rana René saltando en una mesa bailando al ritmo de Luis Miguel. Y su risa, blindada, cegándome, enmudeciéndome (¿más?) y obligándome a recordar que los pies deben ir sobre tierra. Sobre tierra, Christian…

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