domingo, 19 de noviembre de 2006

Jolgorio Erecto-Oral, otra vez

Una vez más, tuve que salir un domingo a votar, y como sucedió en la segunda vuelta, otra persona querida por mí cumplía años en esa dichosa jornada. Martín Herrera (Martincho) sopla velas hoy. Aún no hablo con él, pero de seguro más tarde estaré llamándolo para darle mis saludos, y saber cómo está.

La noche anterior, estuve en una obra de teatro donde actuaban amigos de Edgar y de Alipio, una pareja de colombianos que hicieron una performance de clowns muy interesante y divertida. Fui con Mariclaudia que, a excepción de Maharajá, terminó por conocer a todos los muchachos de la patota. Claro que sin contar a Bringas que está en Londres y Kilian que está en Freiburg im Breisgau. Luego de una larga dubitación (y de la frustrada conversación con los colombianos), terminamos en un hueco de la avenida Arequipa comiendo: la ley seca nos había matado cualquier intención alcohólica que albergáramos. Yo, siempre al margen de la ley, comí un Banana Split.

Llegué a casa y dormí como un lirón. Me desperté cerca de las nueve de la mañana y mientras me despegaba las últimas legañas de los ojos, me di cuenta de que no tenía salvación, tenía que ir a votar, o botar, daba igual. Salí rumbo a la Abancay y me bajé en Cusco (no me quisieron cobrar “china” hasta ahí). La cola era minúscula. Entré sin mayores complicaciones pero mi mesa aún no estaba instalada; demoró unos diez minutos que la instalaran y pasé a botar (sí, está bien escrito). Marqué el mapa de unidad nacional (déjenlo en minúscula, no merece las altas) y me fui con mi conciencia un poco más embarrada a caminar por la avenida Abancay, pensando en Mariclaudia, en lo que estaba haciendo, tomé el carro de regreso a casa, me bajé en el paradero y me fui a comprar una prestobarba y una tarjeta de cinco soles La Peruanita para hablar con Martín. O sea, nada fuera de lo común.

Así como las elecciones. Luis Castañeda Lossio está solamente cumpliendo con el trámite necesario de las elecciones para llegar a tener un periodo más. Este triunfo en las elecciones que va a tener va a ser rutinario. Y es una pena que así sea. El resto de postulantes al sillón edil son una tira de payasos que no tienen nada que ofrecer a esta comuna decrépita como es Lima. Bastaba ver los debates y el nivel retóricos de aquellos que pretenden el municipio más importante del Perú. Al menos en la segunda vuelta tuve el incentivo de no saber con qué matarme: si con una pistola o con racumín. Ahora, qué pena, no me quedó votar si no por Castañeda, que es mucho más aburrido que votar viciado, como lo hice la última vez.

Para colmo de males, tenía la restricción de la ley seca. El sábado tenía que ir a trabajar y no pude pegármela, choteando así a unos amigos que querían celebrar la ley seca embriagándose hasta morir. Una lástima en verdad. Lo único bueno fue que tuve mucho tiempo para hacer muchas cosas que había pospuesto. El sábado fue un día productivo. Sin embargo, la jornada electoral de ahora (así como la campaña previa) simplemente un fiasco. Ya a estas alturas, Castañeda ya debe ser proclamado alcalde reelecto de Lima. Y eso no es una cosa que me entusiasme mucho. Sobre todo porque las reelecciones no siempre son reflejo de una buena administración.

En fin, el día está aburrido y algo me dice que esta nota también será un poco tediosa de leer. Sin embargo, así está el día abrigado por un sol inclemente que nos mira con desdén desde su refugio celestial. Más tarde tengo que ir a ver a Alipio porque me olvidé mi mochila en el teatro en donde se presentaron sus amigos los colombianos.

Y en Paramonga, no sé cómo estarán las cosas, peor que en Lima, es de suponerse, pero prefiero no enterarme para no sentirme peor de lo que me siento. Me voy a verlo a Alipio. Necesito respirar.

reo-libre@hotmail.com

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