domingo, 3 de septiembre de 2006

Don Giovanni no es lo mismo que Don Omar

Efectivamente, este mes de setiembre es un mes de contrastes. ¡Y qué mes no lo es en este querido país!
Luego del prescindible mes de agosto -las razones de esta afirmación me las quiero ahorrar por higiene mental-, me propuse borrar algunas cosas molestosas y volver a las andanzas escriturales, a ver si los chistes me seguían saliendo y no se había afectado mi fácil verborrea. Me desperté hace unos días y vi a un mono mandril al lado de mi cama escuchando un disco de Donizetti que me habían prestado. Extrañado porque era la primera vez que veía a un mono escuchando Donizetti (por lo general, el compositor de óperas predilecto de los mandriles es Mozart, y la ópera preferida Die Zauberflöte). Como fuere, quise saludar y me largó un golpe. Entendí que estaba indignado, pero no sabía por qué. Quizá por la austeridad de Palacio de Gobierno, no lo sabía bien. Estiró un brazo y vi la causa de sus desdichas: "Don Omar en Lima". El diario de aquel día anunciaba la llegada de ese ente que tenía menos capacidad craneana que aquel mandril con el que estaba departiendo. Me indigné, compartí su malestar y salimos a las calles con los rostros duros y un gesto pétreo.

Protestamos por esa afrenta a nuestro pueblo, que culturalmente anda tan decaído. Nos desalojaron del Congreso, y nos confundieron con humalistas que habían ido a llorar por la persecución política de su ayatolah. Derrotados y sin ganas de más, preferimos luego observar a los patos de la laguna del Parque de la Exposición. Fue relajante ver la tranquilidad de esas aguas sólo perturaba por los botes a pedales que se alquilaban a las parejas enamoradas. Naturalmente, yo no me metería a uno de esos botes con el mono ese. Chubaquita se hubiese indignado si se enteraba que andaba con un mono mas grande que él.

Algo más calmados, salimos por la puerta del Paseo Colón para tomar un carro para la casa, y antes que pudiéramos salir del parque, el mandril se dio cuenta de un maravilloso suceso: DON GIOVANNI en Lima. Él, conocedor de la obra de Mozart como ya expliqué, fue el primero en demostrar abiertamente su desbordante alegría. Yo lo secundé con un par de aullidos y zarandeadas de culo (es muy difícil ponerse a celebrar como un mandril). Inmediatamente averiguamos los precios de las entradas: novecientos soles el palco y la cazuela cincuenta y ocho. Inalcanzable, el mandril echó a llorar.

De pronto recordé que tenía un amigo alemán que era muy amigo de los de seguridad del Teatro Segura (ahí donde presentarían la obra y donde serían los ensayos). Lo pudimos convencer para que nos metiera a los ensayos y así el mandril y yo pasamos, yo como alumno de la ENSAD y él como dramaturgo checo de padres neozelandeses. No podremos ir al estreno, pero al menos fuimos a todos los ensayos y nos empapamos de algo de la magia mozartiana. El mandril estos días pretende vender un ensayo que escribió a propósito de las intenciones bélicas de Israel.

Supongo que de ahí podremos sacar plata para ir al estreno. Por lo pronto, salimos de la facultad conversando sobre Mozart, mientras los cachimbos se iban al concierto de Don Omar.

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