lunes, 4 de septiembre de 2006

El Gran Mandril

La semana pasada se cumplía un aniversario más de la gesta heroica de tres mandriles que lucharon por conseguir la libertad de uno que vivía en cautiverio en un conocido presidio ubicado en el barrio de San Miguel. Por razones de seguridad, en esta columna no se dirá el nombre de este local de tortura y sufrimiento.

Conocidos como el Gran Mandril, estos tres monos forjaron su fama a base de actos heroicos como rescatar gatos de los árboles (y luego comérselos), cruzar las pistas por las líneas blancas, botar las envolturas de los chupetines en los tachos de las calles (son fanáticos de los chupetines colorados ocn centro de chicle cortalengua) y jalar la palanaca cuando ocupaban un baño público.

Conocedores de su valentía y fuerza, el alcalde de la ciudad de Mandrilia solicitó su ayuda para rescatar a su hijo predilecto, Mandrillus Sphinx, que había sido recluido para sufrir las más inhumonas de las torturas como ver el programa de Laura Bozzo con la conductora haciendo topless entre otras torturas peruano-japonesas.

El rescate fue todo un éxito y El Gran Mandril ha consolidado su fama como un grupo justiciero del bajo fondo que hace su trabajo en paralelo con las fuerzas del orden estatales, las que siempre quedan ridiculizadas, pues El Gran Mandril deja en evidencia su inoperancia.

He tratado de seguir el rastro de este grupo, pero ha sido poco lo que he podido averiguar de ellos. Una de las pocas que pude averiguar fue gracias a las declaraciones de algunos oportunos testigos que los vieron vestidos con ropas ninjas y camuflados para que no se pudieran ver los adornos faciales de color plateado y azul que diferencian a la mayoría de los adultos de los machos jóvenes (suponiendo claro, que son machos, prejuicio que pondrá alertas a más de una "mandrila" que se sienta discriminada). Y uno de ellos, según un curador de arte que estuvo muy cerca de uno de ellos en el Teatro Segura mientras se dedicaban a alcanzar su Nebulizador al tenor que interpretaba a un polincinella, tenía un lunar peludo en medio del pabellón de una oreja.

No sé aún en qué acabaran todas estas investigaciones.

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