Siempre es un placer escuchar a Gustav Mahler; no siempre lo es escuchar a Stravinski, pero se hace el intento y voy tras el pájaro de fuego y el pájaro de fuego no me quema tanto, puedo dar pasos luego, sentirme que hay oxígeno entrando en mi sangre, vida renovada en cada latido. Beethoven, Bach, Mozart, Chopin y Verdi (aunque no precisamente en ese orden) suelen ser compañeros tranquilos al lado del piano hirientemente romántico de Rachmáninov.
Me deja atónito. Su concierto n.º 3 para piano es una obra maestra, no me deja vivir tranquilo mientras escucho el primer movimiento; parece darme un respiro el segundo movimiento; mas el Finale cae sobre mí destructivo, casi es una ola haciendo trizas una barca entre las peñas, un rayo partiendo un árbol en dos. Y la pasión de un atormentado piano lloviendo sobre los oídos torrencialmente. La rapidez y el desenfreno mostrados aquí hace de este concierto uno de más difícil ejecución.
Este agosto (para mí, agosto empieza hoy) inicia gris y hediondo. Con la música de Rachmáninov, solo empieza gris... mucho más gris y tenebroso... Me encanta.
Aquí un fragmento del Finale a cargo de la gran Martha Argerich.
Aquí un fragmento del Finale a cargo de la gran Martha Argerich.