viernes, 14 de diciembre de 2007

Wir lieben Maja (Ein klein Abschied)



En algún punto de mi historia infantil me enamoré de la Abeja Maya. Sin saber que era alemana, y antes que empezara a detestar a los que profanaban su nombre con el popular sonsonete «Maya, Maya, se tira un pedo y se desmaya», supe que ella era buena, supe que la quería, que si la abejita lloraba, yo lloraría con ella.

En otro punto, también lejano, alguien puso en mis manos uno de esos antiguos peluches, que estaban rellenos de bolitas de tecnopor, claro está, era un peluche de Maya. Lo cargaba a todos lados, hasta convertirla en mi juguete preferido. Así empezó todo con Maya: la tele, en los lejanos 80 y ella, el peluche, saltando entre los sueños de mi cabeza.

Pero como todo en la niñez pasa, también pasó ella. Las mañanas del canal cuatro pronto se vieron vacías de abejas, que fueron reemplazadas por mosqueperros, gatos samurai, focas bebé y sirenas enamoradas. Fábulas del verde bosque al carajo, yo quería mi abeja. El peluche, como todo lo que caía en manos de mamá, fue a parar a la cápsula del tiempo de los recuerdos familiares.

La primaria, Liveman, Saint Seiya y Fujimori me hicieron olvidarte, Maya, y no fue hasta hace poco que investigando en este aparatejo supe que ella seguía viva, que en Alemania no había perdido la vigencia que aquí tantas oleadas de mugre hicieron que la perdiera. Maya descansón tranquila hasta que en 1999 la encontré de nuevo, sin un ojo, pero aún con su sonrisa primaveral intacta. Maya, querida Maya. Ay de aquellos que profanaron tu nombre.




La universidad, el sexo, el alcohol, el puto Derecho, la mierda de San Marcos (o sea, su mezquina Facultad jurídica) y el roche de tener más de 18 años te volvieron a hundir en el olvido, Maya. Una vez más, una mano diligente te resguardó del polvo, del vejamen, de la infamia. Pero no de las polillas, querida.

Como alguien alguna vez mintió, recordar es vivir, le pregunté a mamá, si allá en la lejana y nostálgica Paramonga había aún una abeja que esperara por mi llegada, y me dijo que las polillas habían dado un trágico fin a mi abejita, como si fueran moiras ácidas, la devoraron, intentando quizás también arrancarla de mis recuerdos. Pero no podrán... ¡No podrán matarla!

Liebe Maja, ahora descansas en paz. No me quedas tú, ni Chubaquita, que debe andar con gonorrea deambulando por el mundo. Solo me queda un frío muñeco He-Man. Maldito sea el que se llevó mi Skeletor. He intentado olvidarte y no lo consigo. Menos aún si Seinfeld produce una película de abejas que tuve la dichosa idea de ir a ver.

Nada que ver contigo, tierna Maya. Estas abejas eran muy posmodernistas. Muy s. XXI, muy Fukuyama, muy Disney, muy download of this page. Muy tierna a veces, tan leguleya en otras, terriblemente neoyorquina en muchas oportunidades. Tan Seinfeld, tan gringo, graciosa sí, pero tan de ahora que no hacen más que agigantar el vacío que has dejado, Maya, al menos en esta parte del Hemisferio Sur.


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