martes, 11 de diciembre de 2007

Cuando pase el temblor


Yo no caminé entre las piedras. Yo te he esperado entre dos esquinas negras en una hora gris a la mitad de una parda noche. A esas horas ya no sentía las piernas. He buscado en el cigarrillo calor, una lumbre que incinere, cauterice, calumnie y envenene. Tabaco va y tabaco viene.


Quedaron charcos luego de la lluvia, pero en Lima no llueve. Mas sí en Santa Fé, Córdoba, Santiago, Huancayo y Valparaíso. Han quedado aún más charcos. El techo ha tenido goteras, se han colado algunos recuerdos macerados en alcoholes antiguos. Todo repta a esta hora, aléjame de esa sombra húmeda.


¿Luego? El silencio, pero qué mierda esperas. Pasaron las horas que quisiste que pasaran. Escribí las páginas que quisiste que borrara. Luego de Miller, Onetti, Céline, Hesse y Bolaño, ¿crees que algo más que una bala o un puñetazo de Bukowski podría venir? Golpea aquí, Chinaski, hijo de tres mil putas. Golpea, el teclado está muerto, muerto el Word, como muerta mi conciencia.


Este es mi cráter desierto, esta la sangre rupestre representada en un rito fugaz. Esta la alucinación perfecta para amarte a la distancia mientras más imágenes se diluyen entre los filosos cortes de la amnesia. Algún día dejaremos que la mente sangre hasta la anemia.


Despiértame cuando termines conmigo, timbra el celular cuando me odies. Recuerda el centro del cráter.

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