lunes, 16 de noviembre de 2009

Alma muerta

Los libros incompletos (o mutilados) pueden ser resultado de muchas cosas. El más común de los escenarios es que al autor le sorprenda la muerte en pleno proceso de creación. Como le pasó a Roberto Bolaño, a quien todavía todos nosotros le debemos un hígado. En el caso particular de este escritor chileno, alguien, supongo que el mismo Jorge Herralde, creyó que sería un buen homenaje póstumo (o mejor dicho, un buen negocio) publicar los textos que él dejó en archivos sin editar o sin una última y exhaustiva revisión.
Por otro lado, están los que o por pudor o remordimiento deciden deshacerse de esas azarosas páginas, eliminando todo rastro de ellas con el fuego purificador. Sabato lo hizo algunas veces con obras que jamás conoceremos, y también lo hizo el padre del realismo ruso: Nikolái Gógol, quien nos “estafa” al decirnos, en su inconclusa novela Almas muertas, que seguiremos las desventuras de Chíchikov por las tres vastas partes de su novela, las que se reducen a menos de una y media. Gógol, instigado por un sacerdote ortodoxo, pocos días antes de su muerte quemó completo el manuscrito de la segunda parte. Del que, por fortuna, no se pudo deshacer del todo. Por eso, la edición de bolsillo (Oveja Negra) que tengo de esa novela fue publicada con unos cinco capítulos de esta segunda parte. De la tercera parte, nada. Ni siquiera fue escrita. Me recuerda a la autobiografía del Gabo.
¿Qué tan válido es que se fuercen estos archivos para que sean publicados? ¿Los autores hubiesen estado de acuerdo? Y si no lo estuviesen, ¿amparados en qué editores, lectores fanáticos, estudiosos sesudos pueden publicar o exigir la publicación de textos que quizás no eran del agrado de su autor, y que solo eran archivadas por una promesa de trabajar en ellos luego o porque tenían mucha flojera para levantarse de las camas y encender las chimeneas donde arderían estos manuscritos?
Gógol dejó una novela estampa de la Rusia zarista de mediados del siglo XIX entretenida y cómica. Mas todo el mérito de esa primera parte cae ante el pequeño muñón de la segunda, que le sigue.
¿Y Bolaño hubiese estado contento con la publicación en un solo bloque de 2666? Su última voluntad fue que saliera en cinco novelas, es decir, las cinco partes de la novela publicadas por separado. Pero en Anagrama pensaban distinto y tenían que vender los últimos huevos de oro de la gallina. Y no contentos con eso, hicieron una necropsia a la gallina y les sacaron huevos de todos lados. ¿Estaban ya listos los últimos textos que en estos años se han ido publicando?
Si se dan los arrepentimientos en vida (que son muchos) sobre la propia obra, creo que también puede darse el caso de que textos casi terminados no hubiesen gustado a sus autores, los que los desecharían o volverían sobre ellos con furia, para cambiarle todas las cosas que ellos creyesen que andaban mal. Hubiesen trabajado en ellos hasta darle a los textos la forma perfecta, la forma final de un trabajo agotador..
Lo más seguro es que este tipo de publicaciones solo le hagan daño a la obra del escritor, pues lo compromenten en un texto que no se sabe que ellos ya hubiesen aprobado, y que ya es muy tarde para que ellos lo puedan enmendar.
No sé por qué también estoy pensando en la última película de Michael Jackson: el negocio a veces no puede detenerse y tiene que hacer una chanfainita de todo lo que encuentre. Como el inefable Chíchikov, aprovechándose de los que ya no están.
Espero que todo sea por el bien de los herederos de Bolaño, por el beneficio de ellos.

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