martes, 5 de mayo de 2009

Ella Noche


Comprobé que no quería siquiera meterme a una cama con ella para calentar los pies por el invierno. Comprobé que era una más en una larga lista de inexistentes encuentros que no fueron más que una tibia intención de calentar las sábanas. Así que la dejé ir, que caminara libre por una calle, que hablara del tema si le apetecía y que no guardara renconres innecesarios. El mío, aún lo necesito, porque el café todavía no se acaba.

-¡Mugre! -dice ella- ¡Mugre! ¡Mugre!

La miro extrañado, examinando sus palabras, tratando de adivinar algún residuo de odio, alguna de esas lanzas irónicas tiene más veneno del que pretendens, lo sé, hay algo en todo lo que dice que no me agrada en absoluto. Algo que huele, precisamente, a mugre, a moho, a algo que ya no recuerdo muy bien. Porque más allá de ese sublime recuerdo de sus pechos como un campanario, y yo tañendo melancólico, no puedo recordar más, pero ella sigue repitiendo "Mugre" con una sonrisa tan falsa como brochure de supermercado.

Sé que esta es la última vez que la veré, que nunca más me darán ganas de ver, llevarla a una cama, meterla a la fuerza en una habitación para que luche por su supervivencia, para ver como esquiva cada una de las estocadas, quiero verla así, aún agresiva y ágil, no como ahora, de traje sastre, yendo a clases en la universidad, avejentada, como profesora de primaria, oyendo un estúpido merengue por el mp4.

En casa y solo estaré mejor.

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