lunes, 4 de mayo de 2009

Unas palabras al amigo que perdí

Yo sólo sé que era un niño,
cuántos nos atrevimos a soñar
en ese instante,
en medio de la niebla,
riendo, la guía de una pista de aterrizaje,
y seguíamos felices porque bajábamos a la tierra
para seguir el camino juntos.
Le dijimos que así fue, no le mentimos,
que el color de sus mejillas también nos sonrojaba,
y en verdad éramos felices, lo sé
a pesar de la lluvia y la fantasmal noche que cruzamos
casi siempre descalzos
casi siempre recordando su sonrisa y preguntando:
“¿Era verdad eso de que el pan viene acompañado de un hombro donde llorar?”
Yo creí que sí, y ahora me siento como un tonto.
De esto, nadie más tiene la culpa; el espejo se ríe:
sabía que eso pasaba cada vez que se prolonga una sonrisa por más tiempo del
que se debe,
debimos hacerle caso, estas lágrimas se las dedico,
porque el niño, de niño, todo en un juego de dados
esos mismos dados que en las manos de todos van rodando
como si jugáramos a ser pequeños dioses sobre el destino de otros,
que se creen queridos
–¿lo entenderá ahora, que la ira me hace contener el llanto?–,
y ahí estuvo el error: bajamos la mirada sin saber qué decirnos;
yo no supe qué decir, otras bocas fueron las que hablaron;
yo sólo escuché, sentado en una esquina, despintando el acuarela
que a mi hermana, imagino, le gustaba colgar en la entrada
de su casa;
y, quizás, ya ni pintemos más.
Todas estas fotos han perdido su color,
todos los sueños se proyectan sobre un blanco sin esperanzas,
así me lo hicieron saber
todas esas voces,
y los oídos, que son muchos, la verdad,
y todos oyen, y reptan, y repiten, y mastican;
curioso: nunca había visto orejas con dientes;
solo labios marchitos y gargantas resecas.
Solo un “tú” indefinido, a quien quisiera contarle
una por una mis desgracias
para que me repita lo que otras lenguas ya dijeron,
las esperanzas estaban rotas antes de que las quebraras en tus ojos,
pero igual duele,
por ser ingenuo, quizás más niño que el mismo que ha escrito sobre mi pecho hundido
palabras que no entiendo
y que no quiero recordar.

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