viernes, 30 de octubre de 2009

Paréntesis

Cuando dije que compadecía su dolor, no mentía. Cuando dijo que se iría, sé que tampoco faltaba a la verdad. ¿Qué hace un amigo al ver que otro solo dice “déjenme”? Nunca he sido un ortodoxo de la moral, comportarme como uno en esas circunstancias hubiese sido más inmoral que cualquier otra opción.

Aunque, la verdad, de muy buena gana empecé con el cliché de siempre. El sí se puede, el no nos ganan, la cornejeada, la coelheada. ¿Por qué carajo creo que lo que no funciona conmigo podría sí funcionar con él? “Solo escríbeme y no llames porque no quiero hablar con nadie”. Creo que yo no lo podría haber dicho distinto. Con las mismas dosis de dolor en las mismas palabras. A veces sí es duro no poder hacer más para aliviar penas ajenas. Salud.

Hoy también lo compadecí. He caminado como un zombie por las calles, he rumiado sus mismas palabras que también hice mías y escribí un poema brutal y nefasto que quemé luego con el tabaco. Mientras intentaba concentrarme en la corrección de un texto. Fue cumpleaños de una amiga y casi la llamé al día siguiente. Esa conversación me sacó un poco del frío de la noche, en el teléfono público, y de la nostalgia por un tiempo futuro imposible. Aunque la sonrisa de Ella horas antes fue lo más importante.

Sí, sí, ya sé. Espero, en verdad, que estés leyendo esto, porque por eso lo escribo. Sé que no puedo comprender el dolor ajeno bien cuando yo no padezco del mismo mal, ¿no? Que la soledad de mi puerta es una inventada y que puedo, si quisiera, recrear una vida feliz y creerme mi propio cuento, ¿no? Sabes que sigo enfermo de lo mismo desde hace tiempo, lo sabes porque siempre te lo recuerdo, lo sabes por los nombres (sobre un todo uno abyecto) que se me escapan como un “buenos días” o un “por favor”. Digamos solamente que padecemos soledades distintas, pero no dejan de ser soledades. Primas hermanas de los mismos temas rumiados e indelebles; como la última herida, aunque la verdad espero que se te borre pronto.

Salud.

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