jueves, 15 de octubre de 2009

Una mala forma de decir adiós

Cuando decidió largarse del país quedó en avisarle a todos los amigos para reunirnos, y no lo hizo. A mí, supongo, me tenía mayor estima que a los demás, y esperaba al menos que pudiéramos vernos. Por suerte, una tía suya me vio de casualidad en un supermercado y me dijo que Antonio estaba en el país y que pronto volvería a Rusia.
Por eso lo llamé. Con algo de culpa. Por no haber contestado todas sus cartas cuando tuve la oportunidad, un año antes. El teléfono sonaba... nadie contestó.
Por la tarde lo volví a intentar y el resultado fue el mismo. Hasta la mañana del día siguiente
-¡Hola, Antonio! soy Christian, ¡qué gusto hablarte!
-Ah, hola...
-Tu tía Marisabel me dijo que estabas en el país. ¿Te vas a quedar todo el tiempo en Paramonga?
-Ah, no... mañana me voy para Lima
-¡Bacán! Entonces podemos vernos pues, para conversar, como en los viejos tiempos.
-No, la verdad... desearía no ver a nadie...
-A... ¿nadie? Pero... bueno... no sé nada de ti desde hace buen tiempo.
-No puedo, Christian, mañana mismo estoy partiendo hacia París, de regreso a Moscú.
-Ya... Entonces, no hay posibilidad.
-No, discúlpame.

Entendí. Era el tiempo y la decepción. Pero ¿cómo justificarme tan solo porque estaba preso de tantas cosas que gobernaban mi vida por ese entonces? Ahora esas cosas las aborrezco, sobre todo por el saldo que sufro hasta el día de hoy: la larga lista de amigos que he perdido.
Eso ¿quién me lo podrá devolver?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Cristian, un gusto encontrarte en la red.No sé si sigues trabajando en Grijley. Si no es así seguramente que te están extrañando. Mi librito Las faltas todavía sigue por ahí.
Un fuerte abrazo y a seguir escribiendo.
Hamilton Castro Trigoso

Reo Libre dijo...

Qué gusto saber de usted, Hamilton. Espero que tengamos fututas oportunidades de conversar, de algún futuro texto suyo. Yo no sigo en Grijley: el maltrato de esa empresa me decepcionó y acabó con mi paciencia. Hablamos
Un abrazo. Suerte y éxitos.