lunes, 19 de octubre de 2009

Verborrea indistinta, que no se diferencia de muchas de las cosas que suelo decir mientras me ducho en la vía pública

Indistintamente, como los codos que chocan unos con otros en la puerta del bus, falsamente agresivos, tontamente complacientes, sobrevivo contanto las gotas de sol al día. Pero a veces tengo la necesidad de no volver a estar en ninguna parte. Tornarme un átomo y buscar fisionarme con una molécula de cagada de perro. A ver si así me va mejor.
Entonces quizás las moscas sentirían compasión... o mejor aún, sentirían rabia e indignación, se frotarían las patas y me usarían para hacer una fogata... en plena estación de estío.

Dirían: "Tonta inclinación de los escritores y de los que quieren creer que son tales. Esta estúpida tendencia al malditismo farsante, que tanto cansa, ¿hasta cuándo tendrán fuerzas para sostener vidas insostenibles?"

Y callan. Vuelan lentas y torpes a morir sobre las ventanas mientras los demás envidiamos lo efímero y lo eterno, sin ser jamás ninguna de ellas. Ah pobre alma que te compadeces de ti misma, no sospechas siquiera que siempre deja de llover y que la nieve suele formar pequeños arroyos olvidados... No sé ni cómo soportas la vida de espaldas al sol.

2 comentarios:

Alex Choquemamani dijo...

Hola Primo:
Después de la tormenta sale el sol (o otra tormenta). Pero, llega un momento en que llega el sol y quizas ahi no nos damos cuenta de ello, o, en el mejor de los casos, lo vivimos al máximo.

Un abrazo.

Tu primo,

Alex

Reo Libre dijo...

Gracias por el comentario, primo. Espero que te esté yendo bien allá en tierras mapochas.
Un abrazo.