lunes, 11 de abril de 2011

Réquiem para una tumba sin nombre


El Perú ayer fue a las urnas con resaca, y creo que ese ya era un mal síntoma. Desde Lima, las cosas parecían claras, que una patada en el tablero no es lo más recomendable para una economía que tiene que hacerse más sólida y procurar que la calidad de vida de toda la población mejore. Pero Lima, ya está demostrado, no es el Perú ni mucho menos la ciudad que determina la elección de un presidente. Aquí ganó PPK: la cara de la derecha anquilosada y osteoporótica que la juventud quiso digerir como el gran cambio, del que, en verdad, no tenía nada. Lo mismo se puede decir de las otras dos opciones más parecidas: Perú Posible y Solidaridad Nacional, la misma política que desde el centro siempre tiende hacia la derecha. Esa política siempre reencauchada está llena de todos los pecados capitales, y sobre todo del peor: la soberbia. Si estos hubiesen llegado a un acuerdo de gobernabilidad y hubiesen renunciado a apetitos personales, el porcentaje de sus votos (el que se estuvieron arranchando con dientes entre ellos) hubiese superado el 45 % , es decir, hubiesen estado en segunda vuelta. Pero no, eso, en un país como el nuestro, es imposible. Aquí no se piensa en un programa a largo plazo, aquí se piensa con el estómago y se vota por la carita, por el "pan grande", por el quien da más, por quién le agarra los huevos a quién. Y en tanto nuestra capital se dividía como Berlín luego de mayo de 1945, el resto del país, engañado, pobre, ignorado e ignorante (no por su propia culpa, sino por la mala formación educacional -el cáncer de siempre en todo nivel-), le endosaba su vida al mejor flautista, al que con mucha astucia mamífera ha sabido canalizar todo el descontento, todo el resentimiento y hacer de eso su caldo de cultivo. Ahí, en ese lugar adonde nunca has pensado viajar hay gente molesta, más que antes, contra quienes cree que, desde la capital, han complotado desde siempre para dejarlos al margen, como si fueran un error estadístico. El resultado de este domingo es lamentable, nos ha reventado la burbuja del desarrollo en la cara, la fantasía acabó con final amargo ya cantado incluso por gente como Michael Porter. Propugnar ahora el voto viciado no salva a nadie. Ese también es un mal chiste, una ingenuidad de quienes quieren creer que la segunda vuelta no es más que una «joda para Tinelli». Esto vuelve a pasar. El Perú es el país donde la vida da vueltas pero donde no cambia nada. Un minuto de silencio

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