domingo, 29 de octubre de 2006

Buscando visa para un sueño

Cuando yo tramité mi pasaporte, allá por el ya lejano año 2002, me costó casi doscientos ocho soles, entre el importe del mismo y la ficha que teníamos que llenar. Claro que no solamente eso, sino también una amanecida para hacer una cola que a las cinco de la mañana ya le daba la vuela a la esquina del edificio de Migraciones. Dentro, todo fue relativamente rápido. Algunas otras incómodas esperas sentados viendo Televisión Nacional, o en alguna cola para una revisión a los datos que habíamos llenado. Luego la foto, la impresión digital de tu firma y la revisión última en la pantalla del monitor en donde imprimirían tu pasaporte (para mi mala suerte, ese día fui sin anteojos así que no me di cuenta que no decía “Felipe”, sino “Felpe”) que pegarían en tu pasaporte con tus generales de ley y la interminable última espera para recibir el documento e irte a tu casa.

Ahora, el pasaporte ha bajado su precio de cincuenta y cinco dólares a quince dólares. Evidentemente, la cola para tramitarlo no ha disminuido si no más bien triplicado. Mucha gente ahora se agolpa afanosamente en la puerta del edificio para sacar el documento que es el punto inicial de un escape de este hermoso país que les ha tocado padecer. ¿La razón de esta reducción?: La eliminación de un impuesto de solidaridad (esos cuarenta dólares de diferencia) que solamente se solidarizó con los bolsillos de las autoridades de Migraciones y del Ministerio del Interior y de Relaciones Exteriores. Se venía voceando esta eliminación desde hacía años, sin embargo, no es sino hasta hace un par de meses que se ha concretado esta medida.

Pero el pasaporte solamente casi no sirve para visitar ningún país. Digo, es cierto que es necesario tener pasaporte para salir del país, pero ese documento únicamente no te basta para entrar a Estados Unidos, España, Canadá, Alemania, Italia, Francia, México y algunos de los otros destinos favoritos de los migrantes peruanos. Para entrar ahí se necesita una visa, y de las firmes, pese a que la mayoría recurre a esos inescrupulosos miserables que te dicen tramitarte tu visa y no sé qué más para que pagues una cierta cantidad del poco dinero que tengas y te entreguen documentación falsa para escapar de nuestro querido absurdo país.

Eso no hace más que reflejar la (creo que está bien llamada así) desesperación de muchos peruanos por salir de un país donde no encuentran oportunidades de trabajo, de crecimiento económico, ni de crecimiento cultural. Un país que no solamente está estancado, sino que, y esto es lo peor, se va hundiendo como un lastre en un galopante embrutecimiento de su juventud que baila perreo, escribe palabras como “dentrar”, “nadies”, “isistes”. Esa juventud que luego llega a la universidad peruana, que a excepción de alguna universidad (una o dos, más nada), con una lobotomía trabajada desde la televisión de su infancia (la televisión de los cómicos ambulantes), desde esta cultura del entretenimiento chabacano y vulgar que satura la televisión de señal abierta que es la que la gran mayoría ve, digiere y eructa. En este país no se puede vivir. Sí se puede sobrevivir, pero, a mí la supervivencia, es decir, tener un plato de comida todos los días, un trabajo mediano y un techo donde llegar por las noches, no me basta. Y así como yo, muchos. Que se van para trabajar, para estudiar, para ver el mundo, para vivir, para morir, pero con una mejor proyección de vida.

Y según a donde apunten sus intereses, el país a donde miren. También, claro está, de acuerdo al bolsillo de cada uno. Yo también tengo una ruta de escape, pero no precisamente es por un motivo económico, también algo de eso (digo, me gusta comer todos los días), pero no se detiene ahí: tengo ganas de ver una sociedad que no se haya envilecido así como la nuestra ha llegado a degradarse, como un maretazo brutal, durante diez años de gobierno de Fujimori, la peor de las décadas del siglo veinte que al país le tocó vivir.

Todos buscamos visa para un sueño, que no pasa necesariamente por querer salir del país y no volver jamás. Muchos de los amigos que tengo salen de aquí para estudiar, ver lo que mucha gente de aquí no ve y cree saber, y luego vuelven para dar de lo aprendido a su patria, oh, patria querida, que (también muchas veces) se niega a recibir lo que un buen hijo, un patricio entregado, le quiere dar como ofrenda. Como cuando uno saca un título de un título de Licenciado en X de la Universidad Y de la República Z. Aquí te dicen que tu título no vale y que tienes que volver a estudiar o convalidar, en una de estas universidades (salvo una o dos) que no son sino remedos de universidad e improvisaciones baratas. ¡Esta es mi tierra, así es mi Perú!

reo-libre@hotmail.com

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