martes, 11 de septiembre de 2007

Chifeando

A determinada edad, uno aprecia mucho más las reuniones con los amigos. Suele reemplazar las ruidosas tardes (y, a veces, de vacaciones, también las mañanas) de la niñez, jugando a los soldados, embarrando toda la ropa en el lodo, abriéndole jirones hasta a los jirones, correr tras los carros con las bicicletas, tirarle piedras al río, las madrugadas estudiando luego, por un examen, o simplemente las amanecidas en algún antro de dudosa procedencia, por alguna tranquila reunión en la noche sabatina, sentados en una mesa redonda (sin jerarquías de ningún tipo) frente aun plato con algún ave cocinada al estilo oriental.
No recuerdo desde cuándo hemos cambiado las reuniones en cualquier otro punto de encuentro por el chifa aquél de la avenida P, cruce con la avenida T. Lo cierto es que, cada vez que hay alguna reunión importante (o simplemente andamos cerca y alguien tiene hambre) terminamos varando en el chifa que gracias a nosotros ha terminado por construir se tercer y cuarto piso, ampliando el chifa y dándonos incluso un lugar casi reservado para nosotros. Ahí donde nos espera un mozart parecido al "Mi amigo Mac" a preguntarnos la ya innecesaria fórmula "¿qué se van a servir?" y donde empezamos a platicar, entre joda y joda (la mayoría de ellas dirigidas a mí), sazonar algunas cosas que nos son vitales compartir y expresar.
Y no nos incomoda que estemos debajo de una cámara de seguridad, pues sabemos que la mafia china ha tenido por mucho tiempo a los dueños de este local en la mira. Tanto sí que optó él por llevarse a toda su familia lejos del país y lejos de China, para protegerla de todo mal. No es floro: salió en las noticias, y tuvo una nota de dos columnas en un diario local. A pesar de eso, no dejamos de ir mensualmente a ese chifa, claro que ahora nos sentamos cerca de la ventana abierta, por si acaso.

No hay comentarios.: