domingo, 30 de septiembre de 2007

Declaración etílica a favor de mi vida

Cuán extraña es esta sensación, sobre todo si el frío de una madrugada se te cuela entre las ropas y te enfría los cartílagos. Claro, que tú no sientes, y sigues caminando en medio de una ciudad ajena y vulgar, infestada de perreo chacalonero, perreo satánico, perreo existencial, perreo kantiano y perreo nietzscheniano.
"Dios ha muerto", gritan. "Nietzsche ha muerto", responde Dios. Y todo sigue igual. Cochinear... cochinear... cochinear... ese sagrado mantra.
Cuán feliz a veces puede resultar si es que sales del encierro a la libertad, a los amigos, a la literatura atrevida y desprovista de ropajes pesados que la aletargan. Así es. ¡Vamos! ¡Corramos desnudos tras la Literatura, esa esquiva dama de los lunes a la mañana! ¡Hagamos el amor con ella en la Chama, rumbo a la avenida Tingo María!... Semáforo bajan. Y todo se vuelve a ir a la mierda.
Mentira: yo trabajo con el lenguaje, y a veces con la lengua. Yo esgrimo una espada que prudentes jedis me enseñan a sostener, a maniobrar. Escribo sobre ráfagas de aire y luego, con una temblorosa gota de tinta hiriente sobre la punta del rotulador, continúo mi obra sicaria de matar errores. Cosa de todos los días.
Claro, no me pudro en plata. Que el primer burgués tire la primera piedra. Piedras a tres soles... de venta aquí. Pero, qué más da. La Literatura sabrá perdonar el ensayo-error y mi horror vacui. Me tolerará los años que sean suficientes... qué delicioso estado es este de la lúcida embriaguez. Qué deliciosa es la embriaguez con amigos que se cagan la vida tanto como tú, pero que tienen una llama que más es una llaga que muestran orgullosos. Pustulamos y postulamos lo mismo, aunque yo siga visto como un foráneo, un advenezido.
Sí, cuña'o. Tú e-s-t-u-d-i-a-s-t-e D-e-r-e-c-h-o. Lo sé, ahí anduve pudriéndame el alma por el lado incorrecto. No me importa, siempre se le da vuelta a la carne en el asador. Ahí está pues. La literatura es omnívora, merdívora. Me devoró, me regurgitó. Me lava del Derecho... GRACIAS.
Saben... qué feliz es la embriaguez peligrosamente lúcida.
Todos a leer.

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