Richard volvió hace más de una semana a Lima, pero no fue sino hasta el día sábado de gloria que pudimos conversar con él con absoluta comodidad. Y es oficial: no ha cambiado un ápice, sigue siendo el mismo Bringas de siempre, capaz de despertarnos a las cuatro de la mañana y hacernos cruzar la ciudad satélite Santa Rosa tan solo para que lo acompañásemos a tomar su taxi. Grande, Richard.
Por fin, otra vez, la foto al pie del acantilado ha vuelto a completarse. Qué alegría.
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