lunes, 25 de febrero de 2008

Gangs of Water Box


No soy de Lima, y quizás sea uno de esos provincianos nostálgicos que creen que todo tiempo pasado fue mejor y que las costumbres de su pequeño pueblo eran mucho más sanas que las que uno presencia en la ciudad capital, al menos en el populoso distrito (que quiere ser provincia) de San Juan de Lurigancho y en su escape obligatorio: El Rímac. Puede que sea una visión miope de las cosas. Más o menos así: "Recuerdo que cuando yo era niño los carnavales eran solamente tirarse agua salvajemente desde las ventanas o las azoteas o ir por ahí con las manos embarradas de betún, pintura, talco y manchar a las chicas que pasaban, y de yapa que te ganabas alguito. ¡Oh, qué bellas épocas!".

Febrero es uno de los meses más calurosos del año. Más aún en una ciudad hacinada y mal gastada como Lima. Salir los domingos para cualquiera que no comparta el carnaval es un suplicio, así que era mejor quedarse en casa trabajando. Y aquí en Caja de Agua, lo he visto pasar ya durante tres semanas seguidas los muchachos del barrio creen que jugar los carnavales es formar dos bandos (a lo Pandillas de Nueva York), quitarse los polos, y atacar al otro grupo contrario, tan desnudo, pintarrajeado, sucio y salvaje como el otro, en plena vía pública y frente a mi casa.

La pregunta es ¿por qué? Ahora trabajaba tranquilo, pensando que ya con que las veces pasadas haya pasado la policía espantando a la muchachada había bastado para al menor simular que se vive en un barrio calmado, y de pronto, el primer alarido, la corrida en tropel y la conchasumadreada generosa... ¡Canta, oh pélida, la cólera del piraña enardecido! Empezaron a atacarse, bajando desde la zona alta de la urbanización hasta la altura de mi casa, que es la salida de toda la cloaca, desnudos, embarrados, etc., etc., con los polos enrollados, hechos nudo en un extremo humedecido (supongo que con agua) o untado de pintura o talco (o cal, ya ni sé), con el que golpeaban, griegos a troyanos, kantianos a hegelianos, vargasllosianos contra garcimarquecinos... estos muchachos se toman las peleas doctrinarias muy en serio.

Un mendigo loco en la calle, inmovilizado por la pelea épica simulaba quizás ser un Homero degenerado. Y pasó la polícía, y huyeron, y volvieron y siguieron. hasta que los que se ubicaban en la parte más pegada a la avenida Próceres de la Independencia cojieron a uno que arrastraron unos metros mientra un station wagon casi los atropella a todos. Más tarde un mototaxi arrolló a uno de ellos. Lo más sorprendente es la actitud de los vecinos, que, quizás acostumbrados a este tipo de espectáculo, o quizás creyendo que es una manifestación cultural de la subcultura Caja de Agua, solo miraban, incluso desde sus ventanas, me incluyo. Solo una madre, que reconocío a su hijo en medio del jolgorio, empezó a carajearlos como se debe.

–¡Christian, no tomes fotos! ¡No te metas!

En el fondo, la preocupación de mi familia es (en esta parte del globo) tristemente racional: si no te metes con ellos, ellos no se meten contigo, es decir, podrás seguir llegando tarde a casa sin que te asalten, podrás dormir con la ventana abierta sin que te salten las lunas rotas al rostro, podrás traer a tu flaca sin que la espanten.

Esa es la sociedad que nos rodea, en la parte más populosa de Lima. Hace unos días vi un reportaje en la televisión donde se mencionó que la policía incluso había empezado a detener personas que jugaban salvajemetne el carnaval y que molestan a los transeúntes. La mayoría de las imágenes no eran precisamente de SJL, sino más bien del Rímac, ruta obligada de todos los que vivimos aquí y tenemos que salir a trabajar por ahí. No hablemos del pésimo estado de las pistas de ese distrito, solo del gran peligro que significa estar en un bus, en una combi, a pie o como sea al mediodía, en el cruce de las avenida Prolongación Tacna y Francisco Pizarro.

Regreso a mi nostalgia provinciana (con el respeto de un tal Cachuca, artista caldodegallinecero) cuadno recuerdo esa parte del reportaje donde se mencionaba la sana forma de cómo se celebra el carnaval en Lurín, entonces pienso que tan equivocado no estoy. ¿Por qué permitimos estas cosas? Sin mencionar que gastar así el agua me parece incorrecto, se demuestra con esto que nuestor nivel cultural ha dado una peligrosa curva descendiente que nos ubica muy cerca al primitivismo. Si hay una manera de salvar la ciudad, es salvándola de este tipo de espectáculos. ¿O solo esto pasa en Caja de Agua? No: el salvajismo se convirtió en sinónimo de carnaval, la matachola nos condena. Y mi nostalgia me engaña: los desmanes han sido parte del carnaval siempre.

Voz en off (lo tomo de la página de la Munipalidad Metropolitana de Lima): "En la década de 1920 bajo un discurso modernizador se renovaron las fiestas de los carnavales. Se había criticado constantemente a esta fiesta por sus 'celebraciones violentas que atentaban contra las buenas costumbres' incluso se mencionaba que el Carnaval de Lima se encontraba en una etapa de 'decadencia'. En 1923 la Municipalidad de Lima reorganizó el Carnaval, durante tres días se realizaron corsos multicolores, bailes y retretas. Se reprimió el juego con agua siendo reemplazado por las serpentinas y chisguetes, en fin, Lima se convertía en una fiesta general. El Municipio encargó la filmación de la película del antes y el después de la fiesta a una compañía norteamericana..."

En fin, mientras seguiré siendo un neoyorquino más de las Cinco Esquinas.


Cuando las hordas se van, la calma vuelve

Fuente de la foto en sepia: Biblioteca de la Munipalidad de Lima

1 comentario:

César Santivañez dijo...

En Lima los carnavales no se celebran: se padecen. Un día estás en la combi, leyendo el cómic del que te sientes orgulloso, y que te costó más de 100 soles. Entonces, vienen los mocosos-sin-polo, y el resto no lo recuerdas bien. Una señora grita, un cobrador se ríe, y cuando recobras el conocimiento, batman tiene en la cara un globo azul marca Payaso... y uno está hecho un pichín, por supuesto.