miércoles, 25 de marzo de 2009

Ellos...

Ahí va el pequeño... a mis ojos pequeño aún, pero ya un joven párvulo, imberbe, despertando a la pesadilla... ¿Quién podrá ayudarlo? Su hermana sí es aún pequeña y me sonríe, paseando de la mano de sus amiguitas, en la fila que va hacia un lugar que no alcanzo a ver. Cuando advierte mi presencia, a veces, solo sonríe, otras agita la mano tiernamente; otras grita "¡tío!", y corre a treparse a mi cuello y dice: "¿Vas a ir para mi casa?". Los dos son aún pequeños, ante mis ojos, y en esa terca parte mía que se rehúsa a envejecer, aferrándose a ellos. Como cuando mi hermano decía "Te hubieras quedado de diez años". Qué pena, por él, no soy Oskar Matzerath. Y por mí fuera, me hubiera quedado en espermatozoide, o en proteína o una simple mitocondria.

Sí, yo iría a su casa, estaría con ellos todo el tiempo que hiciera falta, pero... ¿de dónde saco más tiempo?, ¿cómo puedo prolongar mis horas hábiles de tal forma que todo lo que quiera hacer en un día lo realice sin sacrificar algo más? A ellos los veré otro día, pero no hoy, no puedo, por más que quiera; mi pequeña isla de naufragios me reclama para no dejarla hundirse en el olvido. Hacia allá debo partir sin más remedio.

No hay comentarios.: