domingo, 8 de marzo de 2009

Historia de un naufragio (I)



He decidido anclar en una isla desierta: mi habitación. Desde aquí veo que el mundo pasa sin pedirle permiso a nadie y me contento con espectar de costado, como no queriéndome involucrar mucho con lo que de él vea. Debo hacerle honor al nombre —pienso— y convertirme en un náufrago (o náugrafo, entiéndanse estos dos términos indistintamente iguales) en medio de un mundo que no puedo ver como el mío, sino solo como prestado: la internet. Y eso porque la tecnología me avasalla (en menos de dos años he perdido —por así decirlo— dos mp4, que nunca más volvieron a prender ni a cargar canción alguna, lo que significó perder una valiosa colección de música de los noventa y casi todas mis canciones de Collective Soul). Me niego a que me domine. Creo que por eso es hosca conmigo. Así que si antes, en este mismo blog, sentía que podía opinar casi sobre cualquier cosa, ahora me da una mezcla de vergüenza y orgullo admitir que no sirvo para eso, y que quizás solo sirva (el blog) para que yo hable de Miguel de Cervantes (o sea, de , varón) y sobre cómo veo pasar las olas de un mar que no entiendo entre los restos de un naufragio que empezó con la ridícula idea de querer ser abogado para darle riendo suelta a mi más romántica idea de justicia. Resultado de eso, estoy aquí “naugrafando”.

Y prefiero “naugrafar” aquí y no en WordPress, porque, como ya dije, la tecnología me avasalla y ya he perdido bastante de mi poca inteligencia inútilmente tratando de aprender lenguaje HTML y de dominar el WordPress. Dos cosas que hicieron naufragar uno de mis últimos intentos de querer ser un gran "bloggero". Al fin y al cabo, debe ser cierto que escribir un blog es una gran pérdida de tiempo. Por suerte, soy un huevero nato.

Hola, qué tal. Soy Reo Libre y esto es Náugrafo en la Web.

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