domingo, 9 de enero de 2011

El hombre que hablaba de una empresa fantasma

Lo oigo detrás de la puerta, ve la televisión dominical matutina. Esos magacines mermeleros de estos tiempos. Ríe, en el cacareo de su risa identifico el germen del que nace la mía, y sonrío en silencio en mi cuarto mientras escribo esta nota. También encuentro otros detalles que me llevan hacia el origen, veo en él las cosas que soy y que probablemente seré. No puedo evitar sentir espanto y agradecimiento a la misma vez.
Trata de hablarme pero su discurso siempre es el mismo, uno sin una línea definida, algo gasesoso.Un monólogo hipnótico que induce al suicidio, a la nulificación. Es el reto de intentar escucharlo y no sentir que el mundo pierde sentido.
Así lo conocí, no me acostumbro a él, a veces; él tampoco a mí.
Qué nos queda cuando se nos ocurre monologar juntos, papá.

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