sábado, 5 de abril de 2008

Fotocopia editores

Hace un par de noches a mi enamorada y a mí casi nos asaltan. Me pude percatar a tiempo de lo que pasaba y pude evitar "el siniestro". Evito comentar ese capítulo ahora, sobre todo si estamos tan bien como ahora, en la cola para ver una película. Me atraen dos de la cartelera: El asesinato de Jesse James… y La vida en rosa. En la cola del cine veo que hay un tipo de vende sus cuentos, por la módica suma de lo que ordene la voluntad del potencial lector. Son copias fotostáticas, de un texto procesado en Word. Me pareció extraño, de hecho, esto me ha sorprendido, pero no puedo decir si para bien o para mal.

S. quiere ir a leer estos textos, yo me doy cuenta que ya es imposible poder ver alguna de las películas que quería. S. propone entonces irnos, le dejé los cuentos antes de depositar en sus lindos labios un beso de despedida. La miro desde fuera y la despido por la ventanilla. Cuando la llamé unos minutos después me dice que los textos están llenos de errores. Algunos los había advertido ya.


Mientras, ya solo, esperaba el carro para mi casa, pensé en esto: Por un lado, hace poco vi a un tipo estirado, mocoso, aburrido (y al parecer posero) presentar una novela, presumiblemente igual que él. Algo contaba, pero no quise escucharlo: estaba haciendo Horacio con mis patas (chequeen la misma experiencia de esta presentación en esta interesante reflexión). La edición la había pagado su papá, y se sentía muy orgulloso de su hijo, o al menos fingía muy bien colgándose una sonrisa en el rostro. Papi le pagó el libro, así cualquier escribe. No sé si la novela sea buena o no. Por otro lado, un tal Manuel T. repartía sus cuentos en la cola del cine en San Miguel, esperando que el interesado le pueda dar a voluntad, yo le compré uno, a cincuenta. El patita me regaló dos más. Me quedé corto, debí ofrecerle más, por solidaridad al menos, en fin. Por lo visto, a él papi no le ha ayudado (y no me refiero a que haya pagado a la fotocopiadora por las reproducciones de su obra), él no ha tenido una presentación de su cuento, él se ha lanzado a la calle a ofrecerlo a la voluntad del que quiera leerlo. En la última hoja del fascículo aparece su teléfono de casa, para cualquier queja o comentario.


El tema de sus escritos era coyuntural, acerca de la inmigración masiva en los últimos años en el Perú. El novelista de la presentación quería hablar sobre el rigor mortis, creo. Los dos en su rollo, supongo que habrán creído hacer lo mejor. Sus público dirán si lo hicieron bien o no. Pero, ¿cuál de los dos tendrá una voluntad más fuerte para poder dedicarse a la tarea de ser escritor? ¿Manuel T. escribiría más y mejor si papi paga las ediciones? ¿El otro pensará en escribir si tuviera que "promocionar" un cuento suyo en la cola del UVK?


Pensaré en eso un rato más, mientras me gana el sueño.

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