jueves, 20 de marzo de 2008

Nach Russland mit Nostalgie (Для Джонатан Мендоса, с любовью)

En el colegio, muy de vez en cuando, solía sentarme con Jonathan a la hora de arte. Antes de que nos juntaran en un salón, en tercero de secundaria, poco o nada sabía de él; luego nos hicimos amigos.

No sé si instado por otros amigos míos, o por propia iniciativa, Jonathan hizo algo que no esperaba jamás de alguien, un gesto de amistad que, a pesar de la expresión adusta que tuvo en el rostro cuando me lo dijo, no se obtiene así nomás de ninguna persona. Ese año fue el último que lo compartí con él. Corría el mes de septiembre de 1999.

Tiempo después me enteré de algo extraordinario: Jonathan había ganado una beca para estudiar Medicina en Rusia, en la Universidad I. M. Sechenov, de Moscú. En el aeropuerto, cuando unos amigos más y yo lo despedimos, tenía una triste certeza de que jamás volvería a verlo. Quizás eso y mi creciente dejadez por mantener lazos de amistad con gente que realmente importaba hizo que yo, cuando él me escribía aún desde Moscú, contándome entusiasmadamente sobre cómo le estaba yendo en sus estudios de Biología (en ruso), de cómo se iba sacando la дерьмо para aprobar los cursos que solo se dictaban en ruso, idioma que aún no dominaba del todo, yo no contestara sus correos.

Ese silencio duró algunos años, dos para ser precisos, cuando (el mundo es muy chico) su tía, vecina mía, compañera también de colegio y vieja conocida, que estudiaba en la misma facultad que yo, me avisó que Jonathan estaba en Perú y estaba de vacaciones. Lo llamé pero él prefirió que no nos viéramos, ya que tenía poco tiempo. Creo que me lo tenía bien merecido: dejé que el tiempo pasara sin escribirle una sola слово. Cuando lo vi en Panorama me preocupé, no eran buenos tiempos para los peruanos allá en Rusia, había pasado poco tiempo desde que una
bailarina peruana había sido asesinada allá. Aún así no le volví a escribir.

Han pasado ya casi ocho años desde la última vez que lo vi, despidiéndo
se de su mamá, de su hermano, y de nosotros en el aeropuerto Jorge Chávez, más de cinco años desde la última vez que pude terminar un intento de escribirle una carta y desde que me choteó (merecidamente) por el teléfono y abrí un domingo (el 16 de marzo de este año) El Comercio y me doy con la amarga sorpresa de que las miopes autoridades de educación peruana podrían no aceptar el título de médico que mi recordado amigo traerá desde Moscú. Y eso me parece una дерьмо imperdonable. En buen limeño: Una MIERDA imperdonable.

Tenía noticias de que esto había pasado ya anteriores veces con gente que venía de posgrados en el extranjero y que eran rechazados aquí en el país por un absurdo trámite burocrático. Muchos de ellos trabajan ahora fuera del país, en lugares que sí aprecian el verdadero valor de la educación. Como Jonathan, que siempre tenía una pregunta, hasta de lo más graciosas. La injusticia con la que el país lo trata quizás ya no le importe mucho. Lo peor para mí es que creo que ese terrible presentimiento de la adolescencia se cumpla, y te seguiré debiendo el favor en Huaraz, Jonathan, seguiré preguntándome por qué a ti sí te salía pintar un lago y a mí ni mi más osado intento, seguiré diciendo que only no es el adjetivo alone.

Seguiré, porque no me queda al parecer más remedio, recordando la encerrona con Rafa, Gis y él, cuando participamos en un ridículo concurso de carteles en el concierto, que por cierto perdimos. Los cuatro con inclinaciones artísticas, jamás pudimos ponernos de acuerdo (del todo) para plasmar una idea en el cartón. Pero al final pudimos armar algo. Que qué es lo rescatable de esa tarde: la más preciosa conversación que jamás tuve en el colegio con los tres amigos que perdí, la única de nosotros cuatro juntos y sin nadie más para interrumpirnos. A ninguno de ellos veo ahora, y ninguno de ellos lee esta columna, lo que no es raro, para ser sinceros.

Rafa ahora es periodista; Gis, profesora de inglés; Jonathan, pronto médico graduado en Moscú, varado en esa hermosa ciudad, y yo… escribiendo esto, desde Lima, con amor.
Nota: El título está en alemán y ruso, a ver si mi amigo da con la nota.

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