miércoles, 12 de marzo de 2008

Reo Libre Unplugged II

Lima, la imposible, fue cayendo sobre mis hombros hasta depositarme en mi escritorio. Algo me faltaba, o quizás mucha bulla sobraba a mi alrededor. Cómo extrañé los audífonos y mi mp4 que ahora descansa sobre el escritorio de mi cuarto. Cómo extrañé la canción de Los secretos, Mi amiga mala suerte, cómo extrañé cualquier cosa que me haga sentir otra vez en Madrid, Barcelona, París, Londres, Manchester, Liverpool, o donde sea, incluidas Berlín, Viena y Moscú.

Por fortuna, pude estirar mi brazo y pedir una limosna musical a un amigo circunspecto que estaba cerca: Varón, yo te respeto. Luego de darme para un chaufa de dos soles me soltó el celular con radio que me hacía falta, antes que una infame compañera de trabajo pusiera alguna radio atroz como Oxígeno o La Eñe. Malditas sean.

Entre Telestéreo, Doble Nueve y Filarmonía, una guitarra de la Suite Española, op. 47 de Albéniz gue la que ganó la partida. Y la gente, hora y media más tarde de 102.7 empezó a pitear. Pero fue un respiro para mí. Ese es el problema de depender tanto de la música. Cuando ya a uno le falta una buena dosis por tantas horas seguida (de trabajo) a uno le empiezan a salir ronchas, al menos yo me siento un poco más oligofrénico, tanto como la sensación de no tocar un libro en días, lo que es tan o más triste aún.

2 comentarios:

Luis Cineralio dijo...

Buen post. Buen texto.

Sin duda la música es una importante compañía para todos. Prefiero eso en la oficina que la sinfonía idiota de los teléfonos sin contestar. :c

Saludos.

Reo Libre dijo...

Así es, maestro. Sin la músicam qué sería de la insoportable rutina y del monótono teclear de las computadoras. Gracias por el comentario.